Las batallas,
decían entre los soldados de la Décima Legión, eran las recompensas de César
por todo aquel trabajo con la pala, por construir, por transportar troncos y
por sudar tinta trabajando. Tareas que ninguna legión había hecho más que la
décima, ni había peleado más valiente e inteligentemente en las batallas,
bastante infrecuentes. César nunca peleaba a menos que tuviera que hacerlo.
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