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sábado, 25 de marzo de 2017

EL CERCO DE ALESIA POR CAYO JULIO CÉSAR


A finales del verano del año 52 a. C. los ejércitos de la República de Roma, dirigidos por el más brillante de sus generales, Julio César, se enfrentaron en la región de Alesia, en la actual Borgoña francesa, a una confederación de tribusgalas, lideradas por Vercingétorix, jefe de los arvernos. La batalla dio la victoria definitiva a los romanos en la prolongada guerra de las Galias y supuso un aumento enorme de la riqueza de la República, con la anexión de extensas tierras. Además, el sitio de Alesia está considerado uno de los grandes éxitos militares de César. En la actualidad se estudia como un ejemplo clásico de sitio a una fortificación. En los últimos años, recientes descubrimientos arqueológicos, nuevas investigaciones y el análisis sistemático de la guerra romana han permitido encontrar nuevos datos que arrojan luz sobre el éxito de César y cómo con cincuenta mil soldados venció a un cuarto de millón de guerreros celtas.


LA GALIA DE OTROS TIEMPOS

Cuando se produjo la guerra de las Galias, los romanos y los galos llevaban tres siglos y medio de enemistad. La penetración de los celtas en Italia, que se había iniciado en el siglo VI a. C., alcanzó su éxito mayor en 390 a. C. con la derrota romana a orillas del río Alia y el saqueo de Roma. Según la tradición, los galos se apoderaron de toda laciudad a excepción del Capitolio, donde se refugiaron los habitantes que no habían huido a Veyes. « El suceso dejó una profunda huella en la memoria romana, decidida a no sufrir nunca más tal indignidad y deshonra. En la cultura romana de entonces, los galos eran considerados como unos terribles bárbaros, el tipo del enemigo temible con el que se asusta a los niños» , sostiene Neil Faulkner, escritor y arqueólogo del Instituto de Arqueología de la Universidad de Londres. Para César, invadir las Galias, la patria de los crueles bárbaros que habían capturado y humillado a Roma, « fue una empresa contra la esencia misma de las pesadillas romanas» , indica Tom Holland, doctor en Historia Antigua por la Universidad de Oxford, además de autor de varios best seller históricos, entre ellos Rubicón. Auge y caída de la República romana. Julio César llegó a la Galia Cisalpina (el norte de Italia) como procónsul en el año 59 a. C. y enseguida se extendió su mandato a la Galia Transalpina, más o menos lo que hoy es Francia. En aquellos días, las Galias estaban compuestas por un gran número de tribus celtas, algunas de las cuales tenían acuerdos con la República de Roma; otras habían abandonado la monarquía tribal para instalar repúblicas inspiradas en la romana; y otras tenían intermitentes enfrentamientos con los dominadores.



César se enfrentó a un país dividido en tribus. « Él aplicó la máxima de “divide y vencerás”. En seis años, fue aniquilando una tribu tras otra, pero lo que necesitaba era obtener una victoria decisiva porque había muchos enemigos diferentes. César anhelaba la oportunidad de aplastar a todos los galos y sus deseos de independencia» , explica Tom Holland.



Para el profesor Jonathan Roth, especialista en historia militar romana de la Universidad de San José (California), « César ha de ser calificado como uno de los mayores estrategas de todos los tiempos. Unió habilidad militar, experiencia, verdadero sentido de estrategia y táctica, con una enorme capacidad de arriesgarse, incluso cuando se trataba de riesgos personales» . Y para acabar con la creciente resistencia ante los romanos no dudó en provocar una marea de sangre y fuego.



Lo cierto es que muchos galos no estaban dispuestos a someterse al yugo romano y se habían producido varias sublevaciones de distintas tribus: los helvecios primero, pasando después por la tribu germánica de los suevos, los belgas y los nervios. Estos intentos, tarde o temprano, fracasaron. Dos años antes de Alesia, en el invierno de los años 54 y 53 a. C., la tribu y a pacificada de los eburones, dirigida por Ambiórix, se rebeló contra la invasión romana y destruyó la XIV Legión. Esta rebelión despertó de nuevo los sentimientos antirromanos en toda la región. Con todo, tras seis años de guerra, las Galias habían sido sometidas a la República. Una tras otra, todas las tribus habían claudicado ante Julio César, quien con el imperium proconsular tenía autoridad absoluta en estas provincias. Tras cada sublevación, el procónsul lograba retomar el control de la Galia. Con ello, los galos empezaron a comprender que la dominación romana se consolidaba y que sólo podrían recuperar la libertad si se unían para derrotar al invasor. Así, los dirigentes galos —que y a habían celebrado varias asambleas sin conseguir acuerdos debido, sobre todo, al sentido individualista de cada tribu— decidieron reunirse en el año 53 a. C. en la localidad de Bibracte, en la confluencia de las cuencas del Saona, el Yonne, el Sena y el Loira, al sur de la actual Borgoña, por iniciativa de los eduos, una tribu antes leal a Roma. Desde el siglo II a. C., Bibracte había sido la capital de los eduos y un lugar clave de intercambios comerciales entre celtas y romanos.



 Según recoge el propio Julio César en su célebre La guerra de las Galias (De Bello Gallico), donde relata las operaciones militares durante estos enfrentamientos (del 58 al 52 a. C.), los eduos se unieron a la revuelta gala y coronaron rey a Vercingétorix en el oppidum (recinto elevado y fortificado) de Bibracte. Enseguida César se dio cuenta de que, pese a su juventud, Vercingétorix seria un formidable oponente, al menos eso cuenta en De Bello Gallico, que es una obra maestra de propaganda política, con la que César quería impresionar a sus amigos e influir en sus lectores, según afirma Mark Corby, antiguo capitán del ejército británico y experto en táctica militar romana del Instituto de Arqueología de Londres y de la Universidad Durham (Reino Unido).



LOS CELTAS, EXPERTOS EN TECNOLOGÍA BÉLICA

Actualmente Bibracte es un lugar de referencia para el estudio de la civilización céltica prerromana, con numerosos programas de excavación, incluida una investigación de la Universidad de Zaragoza. Recientes trabajos de arqueología realizados en la zona han puesto de manifiesto que los galos no habían sido subestimados por César, entre otros motivos porque eran excelentes fabricantes de armas. Según Vincent Guichard, comisario de los yacimientos arqueológicos de Bibracte, « había una larga tradición de metalurgia en el mundo galo. En el momento de la guerra de las Galias, la producción gala en este terreno es al menos tan importante como la romana, e incluso en algunos aspectos mejor» . En las forjas celtas se fabricaron espadas de gran calidad, con hojas muy ligeras y delgadas y perfectamente regulares, como muestran los restos arqueológicos del campo de batalla de Alesia, gran parte de ellos exhibidos en la exposición galo-romana del Museo de Antigüedades Nacionales de Saint Germain-en-Laye. Su comisario, Laurent Olivier, también comparte la idea de que los galos eran expertos en tecnología bélica. « Los cascos galos  asegura— son muy similares a los romanos. Con una excelente técnica de trabajar el hierro, eran tan buenos y resultan tan parecidos a los romanos que se piensa que éstos pudieron copiar a los galos» . Y lo corrobora Peter Connolly, autor de numerosos libros sobre el mundo antiguo y autoridad mundial en historia militar romana del Instituto de Arqueología de la Universidad de Londres. « En el siglo I a. C., —señala—, los celtas empezaron a hacer los cascos de hierro con algunas características defensivas maravillosas. Mucho mejores que los cascos romanos, que no eran tan seguros y protectores» .



Sin embargo, entre los celtas las habilidades bélicas no se limitaban a las armas. Gracias a las descripciones de Julio César en su obra también sabemos que tenían técnicas de fortificación, como el murus gallicus, conjunto de muros de tierra y piedras, reforzados con traviesas de madera unidas perpendicularmente con clavijas de hierro de entre 20 y 30 centímetros. Según el comisario de los yacimientos arqueológicos de Bibracte, Vincent Guichard, « empleaban una mezcla de piedra, tierra y vigas de madera, muy típico de las fortificaciones de finales de la Edad del Hierro. De hecho, este tipo de construcciones se encuentra en la mayoría de las grandes fortificaciones del siglo I a. C. en la antigua Galia. Eran muros de piedra con vigas colocadas perpendicularmente al frente de la muralla. En la parte interior del muro utilizaban una compleja red de vigas horizontales cruzadas entre sí y que servían para aumentar la solidez de la pared» .


UN CAUDILLO A LA ALTURA DE JULIO CÉSAR


A pesar del avanzado dominio celta en materia militar, « la única manera de que los galos tuvieran alguna posibilidad de derrotar a César era que se uniesen para luchar juntos; crear un ejército único para una gran campaña» , afirma el escritor y arqueólogo Neil Faulkner. Y es que los celtas y a habían comprobado que no podían vencer a los soldados romanos con su forma de entender la guerra, concebida como un combate de orgullosos, heroicos y decididos hombres libres. Las legiones luchaban en orden, con disciplina y frialdad, guiados por la astucia y la magistral estrategia de Julio César. Para enfrentarse a Roma era preciso superar la organización política tribal, se necesitaba disciplina y un mando único. Precisaban de un jefe que fuera obedecido por el conjunto.
 Decididos a evitar una sublevación parcial que tantas veces les habían llevado a la derrota, nombraron a Vercingétorix, jefe de los arvernos, comandante de los ejércitos unidos de la Galia, entre los que se encontraban, junto a los arvernos, los aulercios, audecaros, turones, lutecios, senones, rutenos… Sólo los remos y los lingones prefirieron mantener su alianza con Roma.



Los arvernos habían sido aliados de Roma, pero su hegemonía era cada vez más agobiante. Vercingétorix se decidió por la insurrección y para los galos y a no hubo duda: aquél era el líder que podía unirlos y conducirlos a la victoria. « Vercingétorix era un hombre poderoso, no sólo capaz de unir a los galos, sino también de ejercer alguna forma de liderazgo. En otras palabras, César tuvo enfrente un oponente que valía la pena» , señala Mark Corby. Una idea que comparte Neil Faulkner, para quien « Vercingétorix fue un comandante militar excepcional, en cierto modo comparable con César» .



Vercingétorix no defraudó: a principios del 52 a. C. estalló la rebelión gala. Esta vez eran las tribus de la Galia celta, en el corazón de la actual Francia. Los primeros en sublevarse fueron los carnutos, de Cenabum, actual Orleans, que aniquilaron a la colonia mercantil romana establecida en esa ciudad. El nuevo caudillo no presentó batalla campal a los romanos, cuya superioridad en táctica y armamento los hacía prácticamente invencibles, sino que optó por una especie de guerra de guerrillas, combinada con matanzas de ciudadanos romanos en toda la Galia. Pronto Vercingétorix controló la Galia independiente y amenazó la Galia romana; Julio César, que estaba en sus cuarteles de invierno de la Galia Cisalpina, cruzó en tiempo récord los Alpes. Al llegar a la Galia central, dividió sus tropas: Tito Labieno al norte, con cuatro legiones, para combatir a los parisios y los senones; personalmente, con seis legiones romanas, se encargaría de Vercingétorix.





LAS TÁCTICAS DE COMBATE DE CADA JEFE

La rebelión masiva contra el invasor romano y a estaba en marcha. César intentó reprimir la sublevación destruyendo las ciudades más ricas de las tribus rebeldes. Vercingétorix optó por una táctica de « tierra quemada» , arrasando los campos y las ciudades hacia las que se dirigía el procónsul. Era la manera de que las legiones no encontrasen avituallamiento en su marcha.



Durante semanas los galos quemaron cosechas y aldeas que pudieran proveer de suministros a las legiones, aunque ello también supusiera hambre para los habitantes del país. Sin embargo, cuando César estaba acorralado y los galos tenían ventaja, Vercingétorix, según muchos expertos, tomó una decisión nefasta: al llegar a la ciudad de Avaricum, capital de los biturigos, objetivo de César, cedió a las súplicas de sus jefes y no incendió la urbe. Gracias a su buena posición defensiva, sus habitantes confiaban en soportar un asedio prolongado y decidieron hacer frente a César, que recurrió a la táctica « rápida» de asedio de los romanos, la construcción de rampas por las que las torres de asalto alcanzaban las murallas.



Esto supuso la primera derrota del caudillo galo ante César, que consiguió una sonada y cruenta victoria. De los cuarenta mil habitantes de la ciudad sólo ochocientos pudieron huir y unirse a Vercingétorix. Los galos no se amilanaron ante la matanza, sino que este hecho hizo que se levantaran más tribus galas contra César. Entonces, Vercingétorix optó por refugiarse en Gergovia, capital de los arvernos, una ciudad-fortaleza inexpugnable.



Mientras las cuatro legiones al mando de Labieno estaban en el norte, en la ciudad de Lutecia, actual París, enfrentándose a los parisios, en la primavera del año 52 a. C. César, con sus otras seis legiones, decidió perseguir hasta Gergovia al gran caudillo. « Para César era una oportunidad, porque si podía copar a las fuerzas más significativas de los galos, terminaría con la resistencia antirromana de una vez por todas» , mantiene el historiador y escritor Tom Holland. Primero se encontraron frente a frente los dos enemigos, cada uno a una orilla del río Allier. Tras unos días de escaramuzas, César pudo envolver a los galos, lo que le dio ventaja. Entonces, Vercingétorix se replegó en Gergovia. La topografía de dicho lugar es muy parecida a la de Alesia. Se trata de una meseta, una zona llana rodeada por acantilados abruptos. « A pesar de ser un terreno muy complicado, César vio una oportunidad y decidió atacar» , afirma Vincent Guichard, director de los yacimientos arqueológicos de Bibracte.



César cargó contra los galos y fue derrotado. Los galos conocían el lugar, tenían una posición más elevada y estaban motivados por la pasión, el orgullo de defender su tierra… César no tuvo más remedio que retirarse y abandonar el asedio de Gergovia. « El resultado fue la primera derrota militar de César en siete años, y la noticia se extendió como un reguero de pólvora en toda la Galia» , indica Tom Holland.



Vercingétorix se hizo más fuerte y más tribus se unieron a su causa. Los guerreros de la Galia acudieron en masa a rendir pleitesía al caudillo, incluidos los eduos, aliados tradicionales de Roma. De repente, César parecía vulnerable; el mito del hombre invencible había caído. « César aprendió que no trataba con unas tribus salvajes, sino que eran capaces de propinarle un primer revés» , matiza el escritor y arqueólogo Neil Faulkner. La batalla de Gergovia fue un punto de inflexión; ahora eran los galos los que amenazaban a los romanos. Un estudio más minucioso de la batalla de Gergovia revela que la derrota romana no fue tan desastrosa como parece. Según indica el experto en historia militar romana Peter Connolly, « el problema fue que una parte significativa del ejército de César estaba con Labieno en el norte, y con seis legiones no tenía suficientes fuerzas para derrotar a los galos» . Tras el revés sufrido, César decidió retirarse y unirse a Labieno en el norte.



La situación era muy favorable para los galos, pero Vercingétorix equivocadamente cedió de nuevo, esta vez ante las orgullosas pretensiones de los jefes de las tribus galas que, envalentonados por la derrota de César, deseaban una batalla en campo abierto. La táctica de Vercingétorix había sido hasta el momento evitar el enfrentamiento directo y le había ido muy bien. Pero la insistencia de los jefes de las tribus le obligó a ceder. Los galos seguían siendo inferiores en ese tipo de combate, pues no habían superado totalmente su actitud individualista en la guerra.



Con Labieno, el ejército de César estaba otra vez completo. En Bibracte se enfrentaron ambas caballerías. Fue todo un desastre. La orgullosa y heroica caballería gala fue derrotada fácilmente por las disciplinadas y eficaces legiones romanas y la caballería germana, en su mayoría compuesta por jinetes ubios, de la Alemania central, con caballos de la tribu aliada de los remos, del este de la Galia Comata o Melenuda. La explicación para el experto Mark Corby está en que los galos se atemorizaron ante la caballería germana, mucho más feroz y efectiva. « La caballería y la infantería galas en realidad eran una tropa de choque» , afirma. La victoria fue un bálsamo para Roma después de la derrota de Gergovia.



Los galos sufrieron terribles bajas y Vercingétorix se dio cuenta de que vencer a los romanos en una batalla abierta era imposible. Ambas partes habían aprendido de los errores y aciertos de sus contrincantes; meses después esta experiencia influyó en su táctica en Alesia. « En 52 a. C., los galos, después de haber sufrido más de seis años durante los que César destruía todo a su paso, empezaron a tener una idea de cómo luchar contra él» , señala Mark Corby.

 

ALESIA, FORTALEZA IRREDUCTIBLE

En verano del 52 a. C. Vercingétorix se retiró a Alesia, la ciudad fuerte de los mandubios, a esperar la llegada de refuerzos del resto de la Galia. Todas las tribus galas que anteriormente no se habían unido a la revuelta se sumaron a ella. En Alesia todos los enemigos de César estaban en un solo lugar. Ésta era la oportunidad que el general romano estaba buscando desde hacia años. Y no faltó a la cita.



Alesia era la principal ciudad fortificada de la tribu gala de los mandubios, situada en el corazón de la Galia, en la actual villa de Ali-se-Sainte-Reine. Ocupaba una pequeña meseta de forma romboidal, de unos dieciocho kilómetros de perímetro, que se eleva unos ciento cincuenta metros, dominando un amplio territorio, y estaba rodeada de valles y ríos excepto por la parte occidental, por la que se abría a una zona llana. Además de contar con estas defensas naturales, disponía de un muro de piedra característico de los oppida (ciudades fortificadas), de modo que era casi inexpugnable. Allí Vercingétorix se encerró con cerca de ochenta mil hombres prestos para la batalla.



« En la meseta de Alesia, Vercingétorix tenía una posición dominante en todas las direcciones, en una posición aparentemente inexpugnable. Su ejército estaba protegido dentro de una impresionante línea fortificada. Derrotarlo era imposible» , indica Peter Connolly. Durante años, Connolly ha estudiado exhaustivamente todos y cada uno de los campos de batalla de Julio César y ha investigado los factores clave que condujeron a la victoria del romano en Alesia. « Vercingétorix —explica— decidió hacer lo mismo que había hecho en Gergovia. Pero esta vez César no quiso apresurarse, como en Gergovia, con un asedio corto y un asalto intrépido» .



Confiado, Vercingétorix estaba convencido de que era absolutamente imposible para los romanos sitiar Alesia. La fortaleza de la meseta era demasiado grande, el terreno a su alrededor era muy escabroso y difícil. Para Tom Holland: « Sitiar Alesia fue una decisión valiente; a César le gustaba arriesgarse. Y es que cuando Vercingétorix se retiró a Alesia, César lo interpretó como un signo de debilidad» . El especialista norteamericano en historia militar romana Jonathan Roth mantiene que, a pesar de la enormidad de la zona a asediar, el sitio de Alesia daba realmente ventaja a los romanos. « Era la oportunidad de encontrar, capturar y destruir el ejército galo en un solo golpe» , dice. Así, el primer objetivo de César fue rodear la meseta fortificada. César relata en La guerra de las Galias que sus 50 000 hombres (40 000 legionarios y 10 000 auxiliares) marcaron en primer lugar el perímetro de asedio con veintitrés fuertes que les sirvieran de protección en caso de ataque de los galos. Luego cavaron una gran zanja de seis metros de anchura que atravesaba, de río a río, el llano que se abría al oeste de Alesia y que constituía la única vía de salida. Eso impediría el ataque de la caballería gala y dificultaría el de su infantería, en caso de que intentaran una salida.



A continuación los hombres de César comenzaron los auténticos trabajos de poliorcética para un asedio « largo» . En esta modalidad de sitio, al contrario de lo que se había hecho en Avaricum, no se pretendía asaltar la fortaleza cercada, sino rendirla por hambre mediante un dispositivo que hiciera imposibles las salidas y fugas, o que llegasen hasta ella suministros y refuerzos.



Cuatrocientos metros más lejos de la zanja excavaron dos fosos paralelos, de seis metros de ancho y otros tantos de profundidad cada uno, que luego se ampliaron, adaptados al relieve, hasta ceñir completamente la ciudad con un anillo de dieciséis kilómetros de perímetro. El foso más próximo a la plaza se llenó de agua; detrás del exterior, con la tierra extraída, se hizo un terraplén en el que plantaron horizontalmente estacas afiladas. Sobre el terraplén se construyó una empalizada, festoneada de torres defensivas de veinticinco metros de altura. ¿Qué soldado enemigo podría superar dos fosos precedidos de un triple sistema de trampas, para llegar a una empalizada guarnecida de torres y apoyada por las mejores máquinas de guerra? « Estamos hablando —señala Mark Corby— de un ejército que deberá luchar contra los mejores ingenieros en el mundo conocido. De hecho, en muchos sentidos la pala en el ejército romano era mucho más fuerte que la espada» . Según recuerda Peter Connolly, los romanos fueron los primeros en construir trincheras para restringir el área en la que el enemigo podría operar.



A este triple anillo defensivo se añadió una serie de peligrosos obstáculos. Partiendo del foso con agua y hacia el interior, los zapadores cavaron cinco zanjas de metro y medio de profundidad, en las que se plantaron ramas puntiagudas con forma de asta de ciervo, formando una barrera espinosa. Delante de éstas, hicieron ocho hileras de hoyos, en cada uno de los cuales pusieron un « lirio» , una estaca afilada; luego cubrían el agujero con hierba, de forma que se convertían en mortíferas trampas. Y por si fuera poco, delante de los « lirios» sembraron el terreno de unos tarugos de treinta centímetros que se enterraban, dejando al aire unas lengüetas de hierro con punta de arpón, prácticamente invisibles para los asaltantes. Hay que tener en cuenta que, al contrario de lo normal cuando se produce un asedio, el número de guerreros galos en Alesia era muy superior al de los romanos; por eso eran los sitiadores quienes necesitaban protegerse de los ataques de los sitiados.



« No hay nadie en la historia mejor que los romanos organizando un sitio; en otras palabras, eran expertos en matar al enemigo de hambre» , señala Peter Connolly.



Según sostiene Mark Corby, César logró persuadir a varios prisioneros galos para que le contaran qué sucedía dentro de la fortificación. « A través de ellos supo algo fundamental: que los galos tenían suministros aproximadamente para treinta días» . Si los romanos podían mantener el sitio más de treinta días, la resistencia se empezaría a debilitar…



« Para Vercingétorix era una pesadilla. Estaba atascado en la cima de una colina fortificada, rodeada por un ejército romano de cuarenta o cincuenta mil soldados que él podía ver desde lo alto. Podía divisar cómo le estaban poniendo un nudo alrededor de su cuello. Lo que debía hacer era salir de este anillo antes de que fuera completo o por lo menos intentar que alguien desde el exterior pudiera romperlo» , explica Mark Corby.



Sin embargo, los trabajos de ingeniería de Julio César no se limitaron a la construcción de un sistema de circunvalación alrededor de Alesia. Las fotografías aéreas realizadas por Rene Goguey —quien se describe a sí mismo como arqueólogo aéreo y que comenzó a apasionarse por esta batalla cuando era piloto de reconocimiento de la fuerza aérea francesa— sirven para captar la dimensión de la formidable obra de sitio de los legionarios, considerada por muchos expertos una de las más ingeniosas y efectivas de la historia militar de todos los tiempos.



La observación arqueológica en la zona no ofrece datos concluyentes, porque las roturaciones antiguas y modernas han hecho desaparecer muchas huellas bastante tenues de aquella época. Además, las pequeñas estructuras excavadas por los romanos permanecieron abiertas poco tiempo y se distinguen muy mal. Sin embargo, sobrevolando la zona, se han podido ver rasgos del paisaje que permiten entender qué sucedió en Alesia hace más de dos mil años.



Goguey ha tomado más de diez mil fotografías aéreas del campo de batalla. Mediante el uso de cámaras de infrarrojos y la manipulación del color ha dado una nueva visión de la verdadera magnitud de las fortificaciones. Los romanos construyeron no una, sino dos líneas de bloqueo: la que acabamos de describir frente a los galos de Alesia y otra exterior, como veremos.



Entre otras técnicas de observación empleadas, Rene Goguey ha estudiado los cultivos que crecen en la actualidad en el campo de batalla, que le han aportado valiosas pistas sobre las fortificaciones romanas. « Las antiguas zanjas del sitio se ven desde el aire porque los cultivos crecen a una altura mayor sobre ellas que los que hay a uno y otro lado. Después de dos mil años, se aprecian perturbaciones en el suelo. Estas huellas de la batalla puede ser más fácilmente avistadas desde el cielo» .



Sobrevolando la zona, a la vista de todas las líneas y círculos geométricos marcados en el suelo —lo cual indica que han sido hechos por el hombre a diferencia de las irregulares líneas geológicas—, los descubrimientos de Goguey corroboran gran parte de las descripciones de César sobre las líneas de asedio recogidas en La guerra de las Galias. Incluso este experto ha hallado en el noreste una puerta hasta ahora desconocida. « Más allá de la puerta —asegura— se levantaron dos zanjas paralelas, llamadas titulum, para obstaculizar cualquier acción de la caballería gala» . Estas fotografías aéreas, combinadas con el análisis arqueológico, han demostrado que los hechos que cuenta César pueden ser ciertos y no exageraciones propagandísticas de su autor.



Además, con estas fotografías Peter Connolly ha podido construir una maqueta detallada del terreno. Cada colina, valle, río se ha incluido en ella. Esta reconstrucción ha modificado algunas de las ideas que había sobre el campo de batalla. « Cuando César llegó por primera vez aquí —describe Peter Connolly— su objetivo era sitiar el lugar hasta vencer por hambre a Vercingétorix. Así que empezó a construir una línea alrededor, una primera circunvalación» . Sin embargo, César fue poco a poco, rodeando y atrapando a Vercingétorix y, al mismo tiempo, consciente de que estaba de camino un ejército de socorro, se cubrió las espaldas, dejando a sus tropas entre dos defensas.


INTELIGENCIA FRENTE A LA SUPERIORIDAD NUMÉRICA

Tras dos semanas de zapa y levantamiento de obstáculos por parte romana, Vercingétorix seguía a la espera de que el resto de la Galia viniera a su rescate. Su única esperanza era que los jefes que no estaban con él fueran capaces de reclutar un gran ejército y coordinar una estrategia con él. Sólo si colaboraban todos podrían romper el cerco. Como se ha dicho, contaba con ochenta mil guerreros tras los muros de la fortificación, y César y su lugarteniente Labieno disponían de alrededor de cincuenta mil. Aunque los galos eran más numerosos, César tenía ahora el doble de hombres que en Gergovia.



La comida en Alesia empezó a escasear y la situación de los sitiados se hizo angustiosa. Vercingétorix decidió que todas las mujeres, niños y ancianos abandonaran la plaza para tener menos bocas que alimentar. Confiaba en que los romanos los alimentaran, aunque fueran vendidos como esclavos. Sin embargo, éstos se mostraron inflexibles con los debilitados habitantes de Alesia, quienes quedaron en tierra de nadie, vagando entre las defensas romanas y la ciudad. Se dice que hasta diez mil murieron de hambre ante los ojos de los adversarios. « Ambas partes —cuenta el escritor y arqueólogo Neil Faulkner— actuaron de una forma brutal en esta desesperada lucha a vida o muerte. Vercingétorix sacó a los ciudadanos de Alesia porque no podía alimentarlos y los romanos les negaron un camino a través de sus líneas para desmoralizar a los defensores, que vieron cómo los suyos morían de hambre. Ambos ejércitos fueron muy despiadados» . Los espías romanos anunciaron que un ejército de un cuarto de millón de guerreros galos se acercaba a Alesia. De repente César se enfrentó a la perspectiva de una batalla en dos frentes contra fuerzas casi siete veces más numerosas. « Para César fue un gran desafío hacer frente a dos ejércitos situados en direcciones opuestas. Tenía que tratar de igualar las posibilidades: las tropas galas excedían en seis a uno a los romanos» , señala Jonathan Roth. Con el ejército de apoyo aproximándose, « puso en marcha un extraordinario ejemplo de la ingeniería romana» , reconoce Neil Faulkner.



Ante la posibilidad de ser atacado desde su retaguardia, César decidió utilizar el terreno y el paisaje de la zona —con profundos bosques y acantilados— en su provecho. « Adaptándose a las condiciones particulares del terreno, levantó rápidamente una segunda línea de defensa y modificó su estrategia» , indica Rene Goguey. Inteligentemente, César mandó construir esta segunda línea defensiva, con un perímetro de veinte kilómetros, incluyendo cuatro campamentos de infantería y otros cuatro de caballería y fue construido en un tiempo récord.



Reforzando todas las líneas había un extraordinario número de torres. Según se ha podido comprobar en excavaciones modernas, se construy eron torres de veinticinco metros de altura a lo largo de las líneas. « Es decir, se levantaron entre mil quinientas y dos mil torres, lo cual es una cantidad increíble» , señala Peter Connolly.


LAS ARMAS SECRETAS DE CÉSAR

Mientras los romanos trabajaban en el exterior construyendo muros y fosos y los galos esperaban al ejército de socorro, había transcurrido un mes y los víveres se estaban agotando. Vercingétorix sabía que no había esperanza si sus hombres comenzaban a desanimarse. César estaba ganando. Su valiente decisión de sitiar Alesia estaba dando sus frutos. Lento pero seguro, iba a acabar con los galos. Sin embargo, la suerte del asedio cambió de nuevo. El 20 de septiembre del año 52 a. C., en el horizonte se divisó la vanguardia del tan esperado ejército de socorro galo. Una formidable masa de más de doscientos cincuenta mil guerreros dispuestos a lanzar un ataque sobre las defensas romanas. « La atmósfera dentro de Alesia —explica Neil Faulkner— debió ser de absoluta euforia y de alivio cuando vieron llegar a sus liberadores. Posiblemente, fue el mayor ejército movilizado nunca en la historia de los galos» . Las legiones de César estaban amenazadas de aniquilación.



Pero César no estaba dispuesto a aceptar una derrota. Hallazgos recientes han puesto de manifiesto una de las armas secretas utilizadas por César en Alesia. Roger Collot ha trabajado en la prospección de metales en el sitio de Alesia durante casi treinta años y sus descubrimientos ofrecen pistas sobre la forma en que el ejército romano trató de compensar su inferioridad numérica. El equipamiento del ejército romano les supuso una ventaja significativa sobre sus enemigos galos y, entre ellos, según este experto, destacó la utilización del tribulus.

 

El tribulus, abrojo en castellano, era un artilugio formado por cuatro o más púas metálicas afiladas de unos pocos centímetros de largo, dispuestas en forma de tetraedro, de manera que al dejarla caer al suelo, una de las púas siempre apunta hacia arriba, mientras las otras forman la base. El tribulus era el equivalente moderno del alambre de púas. Los soldados romanos los esparcían por el suelo formando una maraña de trampas contra el avance de los caballos y de los soldados a pie. Fue un elemento clave en la victoria. « Se trata del ancestro de las actuales minas» , precisa Roger Collot. « Los cuatro picos de un tribulus fueron muy eficaces contra la caballería, porque la púa metálica vertical se clavaba en los cascos del caballo impidiendo que continuase avanzando» , detalla Peter Connolly.

 

Además, los romanos, conscientes del limitado alcance y precisión de las lanzas y flechas provenientes de los arcos convencionales, utilizaron piezas de artillería con tecnología de torsión para lanzar dardos de grueso calibre a grandes distancias. Este tipo de artillería comenzó siendo utilizada por los griegos y la heredaron los romanos. Fue precisamente César el primero en equipar a cada legión en campaña con sesenta piezas de artillería de distinto tipo, desde las más ligeras llamadas scorpio, para disparar dardos, hasta las más pesadas, que lanzaban piedras esféricas de cuarenta y cinco kilos.

 

El scorpio se transportaba preparado para la acción y César lo utilizó para la defensa de las posiciones de valor estratégico en el sitio de Alesia. Ivan Williams, antiguo diseñador de armas especialista en ballestas, ha analizado las pesadas flechas de hierro que se encontraron en el campo de batalla de Alesia en la década de 1860, hoy expuestas en el Museo de Antigüedades Nacionales de Francia. Inspirándose en la información suministrada por las fuentes documentales y los restos arqueológicos, ha diseñado, construido y probado su propia versión de la artillería de torsión que debieron utilizar los romanos. Este ingenio de guerra —una especie de catapulta tipo scorpio— reproduce el mecanismo de activación y el sistema de torsión de las cuerdas para lanzar flechas a objetivos situados a distancias entre cincuenta y cien metros. « Eran esencialmente gigantescos arcos de cruz con los que, normalmente, se disparaban flechas o pequeñas lanzas. Eran muy flexibles, ligeras y muy fuertes» , explica Williams, quien tras la aplicación de distintas fórmulas de calibración y resolver algunos problemas derivados del funcionamiento de la máquina y el tamaño de las flechas ha conseguido la reproducción de todas las piezas con gran exactitud. Las distancias alcanzadas por los proyectiles lanzados con su reconstrucción se sitúan en torno a los cien metros en tiro directo.

 

Éste fue uno de los ingenios que los romanos desplegaron dentro de todo un sistema integrado de defensa. El ejército galo, para ayudar a los sitiados dentro de Alesia, tuvo que luchar atravesando numerosos obstáculos. Según describe el arqueólogo español Fernando Quesada Sanz, uno de los mayores expertos mundiales en armamento antiguo, los galos se las tuvieron que ver con « estacas aguzadas en forma de astas de ciervo clavadas horizontalmente en el propio muro de asedio (cervis), dos fosos, un profundo campo de ramas aguzadas y entrelazadas (cippi); otro campo delante formado por “pozos de lobo”, estacas aguzadas hincadas en agujeros y disimuladas para empalar atacantes (lilia). Y, por fin, delante de todo, un campo de un tipo de abrojo, los llamados “aguijones” (stimuli) o puntas metálicas clavadas en estaquitas de madera a su vez hincadas en el suelo» .


LA BATALLA FINAL

César contaba con un dispositivo de defensa con fortificaciones, obras y trampas, y de una artillería bien equipada. Pero a pesar de todas sus ventajas tecnológicas, sus legiones no eran invulnerables. En un primer momento llevaron la iniciativa, rechazando a los galos en ambos frentes, y a que éstos estaban incomunicados y no se coordinaban entre sí. Sin embargo, hubo un punto débil crucial en las líneas romanas que los galos descubrieron e intentaron explotar. Según cuenta Mark Corby, « después de dos días de lucha descubrieron un lugar donde existía la posibilidad de romper las fortificaciones» . En su narración de la batalla, Julio César describe este punto débil. En las laderas del monte Rea, al noroeste de Alesia, los expertos Peter Connolly y Mark Corby creen haber encontrado el talón de Aquiles en las líneas romanas, el lugar exacto donde se decidieron dos meses de esfuerzo y sitio.



Las investigaciones de estos expertos confirman que, debido a la topografía del terreno, había una brecha en las fortificaciones de César. No obstante, a pesar de que no rompieron las líneas romanas, los galos descubrieron este punto, por el que era más fácil atacar a las legiones. Si era posible un ataque simultáneo de los galos de dentro de Alesia y del ejército en el exterior, las líneas romanas correrían el riesgo de romperse. Sin embargo, las fuerzas galas no supieron aprovechar esta ventaja. « Uno de los grandes problemas que tuvo Vercingétorix fue que no pudo comunicarse con el ejército de socorro. Era imposible coordinar nada desde dentro de la fortificación. Estaban demasiado lejos para gritar y, aparentemente, no tenían sistema de señalización» , señala Corby. Por el contrario, los romanos eran unos artistas en la coordinación de sus fuerzas y, según explica Mark Corby, fueron capaces de comunicarse con todos los campamentos alrededor del sitio. « Tenían un eficaz sistema de señalización —indica— por medio de heliógrafos. Probablemente usaban acero pulido u objetos de metal que, como un moderno espejo, reflejaban la luz solar. Así, enviaban entre campamentos mensajes no muy complicados; básicamente, les bastaba con avisar de que los galos estaban
llegando» .


En comparación con las legiones romanas Vercingétorix era ciego. Sin embargo, el ejército galo decidió que debía atacar el punto débil de las líneas romanas antes de que fuera demasiado tarde. Según explica Peter Connolly, las tropas se ocultaron tras el monte Rea, a cuy o pie estaba uno de los campamentos de la infantería romana, hasta el mediodía. Al final, pasado el mediodía del 2 de octubre, Vercasivellauno, primo de Vercingétorix, lanzó un ataque masivo con sesenta mil hombres en torno a la brecha en la fortificación. Vercingétorix atacó desde todos los ángulos las fortificaciones interiores. « César estaba en medio de las dos fuerzas atacantes galas y, por tanto, aparentemente atrapado. Sin embargo, su posición le permitió juzgar lo que estaba sucediendo en la batalla y aplicar adecuadamente sus fuerzas e inteligencia» , sostiene Tom Holland. La eficiencia de las comunicaciones romanas permitió a César trasladar a sus soldados a donde más se necesitaban.



Dentro de la fortaleza de Alesia los hombres estaban y a demasiado debilitados por el hambre. Además, las tropas galas no consiguieron mantener la disciplina en el ataque y no se produjeron ataques simultáneos ni organizados. Sin coordinación y sin comunicación entre ellos, no pudieron superar las defensas romanas.



César confió en la disciplina y valor de sus hombres y ordenó mantener las líneas. Él personalmente recorrió el perímetro animando a sus legionarios. La caballería de Labieno fue enviada a defender el área donde se había localizado la brecha. César se vio obligado a contraatacar a Vercingétorix y logró hacerlo retroceder. Sin embargo, la sección defendida por Labieno se encontraba a punto de ceder.



Y comenzó el combate entre espadas. « La larga espada gala era un arma aterradora para los romanos, por las heridas que producía. A primera vista, la espada romana tenía desventaja frente a las armas celtas, algo más largas» , señala Peter Connolly. La espada romana en este período era el famoso gladius hispaniensis, la espada española. « Era considerablemente más corta que la celta, pero tenía alrededor de sesenta centímetros de longitud de hoja. Este tamaño fue clave en la batalla, y a que permitía a los romanos, cuando los celtas levantaban sus armas, apuntar directamente en el estómago y, a continuación, rasgar hacia arriba» , explica Connolly.



Sin embargo, a pesar de la eficacia de este método, lo que dio la victoria definitiva a Roma fueron las tácticas utilizadas por César en los momentos de crisis. Según cuenta el profesor de Historia y escritor Tom Holland, « uno de los métodos más eficaces de César era mantener siempre una fuerza de reserva para utilizarla en el momento clave» .



César tomó una medida desesperada: con la caballería auxiliar atacaría al ejército de socorro enemigo por la retaguardia. Con tan sólo seis mil hombres estaba dispuesto a vencer a sesenta mil galos. Viendo a su jefe afrontar tan tremendo riesgo, los hombres de Labieno redoblaron sus esfuerzos. « Casi el 50 por ciento de las fuerzas de César estaban involucrados en la lucha cuerpo a cuerpo —explica Corby —, cuando en el momento adecuado apareció la reserva para aplastar a los galos. César surgió, con su inconfundible capa escarlata de comandante en jefe flotando al viento y su tropa de cuatrocientos germanos dirigiendo él mismo el ataque final» . La aparición de la caballería germana inclinó la balanza irrevocablemente hacia el lado romano.



En las filas galas pronto empezó a cundir el pánico y se produjo una desbandada general que terminó en una auténtica matanza. César anotó en su obra que sólo el hecho de que sus hombres estuvieran completamente exhaustos salvó a los galos de la total aniquilación. Vercingétorix había perdido. Sus fuerzas dentro de Alesia y el ejército de socorro en el exterior habían luchado contra los romanos hasta el límite. Las laderas del monte Rea se llenaron de cadáveres.


LOS ENEMIGOS DE ROMA, VENCIDOS

Tras la victoria, César exigió que los guerreros galos desfilaran ante él depositando las armas a sus pies y finalmente le entregaron a su caudillo, el responsable supremo de la batalla. Vercingétorix fue hasta el campamento donde le esperaba César sentado en su silla curul.




« Vercingétorix descendió de su caballo, se tiró a los pies de César y dijo: “Habes, fortem virum, vir fortissime, vicisti” y se entregó» , explica Mark Corby. Este momento estelar de César ha sido representado en un famoso cuadro del pintor francés especializado en temas históricos Lionel Noel Royer (1899).

 

Galia había sido derrotada. « La conquista suponía la anexión de casi 650 000 kilómetros cuadrados y la incorporación de cerca de quince millones de personas en el Imperio romano durante los siguientes quinientos años» , indica Corby. En poco menos de ocho años, César consiguió su proyecto más ambicioso, la conquista de la Galia.




Según los historiadores romanos Plinio el Viejo y Plutarco, César combatió contra un total de tres millones de guerreros helvéticos, galos, germanos y britanos; de ellos, un millón fue aniquilado y otro capturado y vendido como esclavo; conquistó ochocientas ciudades y sometió a trescientas tribus. Todo ello con unas tropas que nunca sobrepasaron los cincuenta mil soldados.



En palabras del profesor y escritor Tom Holland: « No ha habido en la historia mundial una victoria comparable. Fue algo asombroso y con un impacto incalculable sobre la historia del Imperio romano y, por lo tanto, del mundo» . Ahí terminaron las esperanzas de una Galia independiente; definitivamente derrotada, se convirtió en una provincia romana. Los supervivientes de Alesia fueron vendidos como esclavos. Sólo se salvaron los eduos y los arvernos, piezas clave de la política de alianzas romana en la Galia.



En Alesia, Julio César puso de manifiesto que poseía un extraordinario instinto militar y que era capaz de empujar a los demás a niveles de entrega excepcionales, casi sobrehumanos. « Fue la disciplina romana la que realmente ganó esta pugna. Las fuerzas galas fueron más numerosas, pero no mejores. No pudieron contra la fuerza romana basada en el sentido colectivo del ejército, en la disciplinada, fría y ordenada legión, que actuaba bajo el brazo ejecutor de su general, que además era un brillante estratega» , concluye Jonathan Roth.




La victoria de Alesia y la conquista de la Galia supusieron para César un enorme éxito como militar y como político. Sin embargo, el Senado, dominado por los Pompeyos, Catones y Cicerones, temeroso de su creciente popularidad entre la plebe, sólo le concedió veinte días de celebración pública de la victoria.


No le dio el privilegio del desfile triunfal. De esta forma, la victoria en Alesia precipitó el enfrentamiento entre los aristócratas romanos liderados por Pompeyo y el partido popular, personificado en César. La cadena de acontecimientos posteriores desembocó en la sangrienta guerra civil romana de los años 50-45 a. C.



El gran caudillo celta Vercingétorix fue derrotado. Existen dos teorías sobre su muerte. Una dice que tras la batalla estuvo durante cinco años en humillante cautiverio en Roma, hasta que César pudo celebrar su triunfo en la Galia. Al final, siguiendo el ritual de este tipo de desfiles, fue estrangulado en el 46 a. C. Otros hablan de que fue decapitado.




Sin embargo, a pesar de su fracaso militar y político, su aventura épica se ha convertido en leyenda. Dos mil años después, Vercingétorix es un icono, uno de los mayores héroes nacionales de la Francia moderna, símbolo de su independencia, su sentido de la libertad y su resistencia frente al exterior.



Julio César sólo sobreviviría dos años a Vercingétorix, y a que fue asesinado por una conjura en la Curia del teatro de Pompeyo, sede provisional del Senado romano, el 15 de marzo (idus de marzo para los romanos) del año 44 a. C. Sin embargo, pudo culminar su sueño imperial en la figura de su sobrino nieto y sucesor Octavio Augusto.





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