«¿Qué
hay más odioso que ser llamado a donde están bebiendo a la voz de “chico,
chico”; servir, además, a un joven imberbe, llevarle un orinal y ver las cosas tiradas
ante nosotros, pasteles a medio comer y trozos de pollo que, a pesar de haber sobrado
de la comida, las mujeres nos prohíben comer a los esclavos? ¡Pero lo que realmente
hace que nos hierva la sangre es que nos llamen glotones avariciosos cuando
alguno de nosotros come alguna de aquellas cosas!».
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