Todo
quedó a merced de una mujer, pero que, a diferencia de Mesalina, no hacía
escarnio con su capricho de los intereses romanos; era más bien una servidumbre
estricta y como impuesta por un hombre; al exterior, severidad y, sobre todo,
soberbia; en el plano doméstico, nada de escándalos si no eran exigidos por la
dominación.
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