Marco Tulio Cicerón fundó la
primera Biblioteca del Estado en Roma, basándose en la importantísima que había
en Alejandría. «Un pueblo informado, sospechará de los políticos», escribió a
Ático, al que pidió una donación de libros y manuscritos para la biblioteca.
Más tarde se habría de reír al leer esta ingenua afirmación suya, pues habría
de descubrir, que un pueblo que sabe leer y escribir, constituye todavía mejor
clientela para los aventureros y farsantes políticos. La cultura no garantiza
la discriminación, el escepticismo ni la sabiduría. Cuando siguiendo su
ejemplo, en las provincias se fundaron bibliotecas, habría de declarar: —Hay
mucho que decir acerca de la falta de conocimientos de los bárbaros. Han de
recurrir a su ingenio y no a los libros y escuchan todo con una inocencia no
adulterada por la charlatanería de las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario