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domingo, 4 de septiembre de 2016

LA MUERTE DE CLAUDIO



Agripina, que ya desde tiempo atrás estaba decidida al crimen… deliberó el veneno a elegir: uno súbito y de efecto precipitado denunciaría el crimen; si escogía uno lento que lo fuera minando, era de temer que Claudio, cerca de la muerte y dándose cuenta del engaño, volviera al amor de su hijo. Quería algo especial, que le perturbara la mente y dilatara su muerte. Se elige como artífice de tal obra a una mujer a la que llamaban Locusta, recientemente condenada por envenenamiento y largo tiempo tenida como uno de los instrumentos del reino. Por el veneno de aquella mujer fue preparado el veneno, y suministrado por Haloto, uno de los eunucos, que solía servir y probar los manjares.

 

Quedó todo tan pronto al descubierto que los historiadores de aquellos tiempos cuentan que el veneno se echó en una suculenta seta, y que la fuerza de la poción no se sintió inmediatamente, ya fuera por la estupidez de Claudio, ya porque estuviera borracho; también pareció que una descomposición de vientre lo había salvado. Con ello se aterrorizó Agripina y, como temía lo peor, despreciando la desaprobación de los presentes, emplea la complicidad del médico Jenofonte, la cual ya se había preparado. Éste, como si tratara de favorecer los esfuerzos de Claudio por vomitar, le clavó en la garganta —según se cree— una pluma mojada en un veneno rápido, no ignorando que los grandes crímenes se acometen con peligro y se rematan con premio.


( Tácito )




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