A tal punto llega la
perversidad del hombre, que sus deseos son insaciables. Primeramente se conforma con dos óbolos, pero
apenas los posee, aspira a tener más, y su avidez va creciendo sin cesar. La
naturaleza de esta pasión no conoce límites, y la mayor parte de los hombres
sólo vive para satisfacerla.
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