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sábado, 6 de junio de 2015

EL CABALLO DE OCTUBRE



Los idus de octubre marcaban el final de la época de campañas, y ese día se celebraba una carrera sobre el césped del Campo de Marte, ante las Murallas Servias de la Roma republicana.


Los mejores caballos de guerra del año se enganchaban a pares a los carros y se conducían al galope; el animal del lado derecho del par ganador se convertía en el Caballo de Octubre, y el flamen Martialis, el sacerdote de Marte, dios de la guerra, lo sacrificaba ritualmente con una lanza. A continuación se cortaban la cabeza y los genitales del caballo. Los genitales se trasladaban de inmediato al hogar sagrado de la Regia, el templo más antiguo de Roma, para verter allí su sangre, y se les entregaban a las Vírgenes Vestales, quienes los incineraban en la llama sagrada de Vesta; después, esas cenizas se mezclaban con la masa de los pasteles que se ofrecían en el aniversario de la fundación de Roma por su primer rey, Rómulo. La cabeza decorada se arrojaba entre dos equipos de ciudadanos humildes, uno del barrio de Subura y el otro del barrio de Sacra Via, que pugnaban denodadamente por su posesión. Si vencían los de Subura, la cabeza se clavaba en la Torre Mamilia; si ganaban los de Sacra Via, la cabeza se clavaba en el muro exterior de la Regia.


En este ritual, tan antiguo que nadie recordaba su origen, lo mejor de Roma se sacrificaba a los poderes gemelos que la regían: la guerra y la tierra. A éstos la ciudad debía su fuerza, su prosperidad, su eterna gloria. La muerte del Caballo de Octubre era a la vez un duelo por el pasado y una visión del futuro.

( C. McC. )


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