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sábado, 27 de junio de 2015

DISCURSO DEL CÓNSUL CÉSAR OCTAVIO APROVECHANDO MOSTRAR EL TESTAMENTO DE MARCO ANTONIO ARREBATADO A LAS VESTALES, ANTE EL SENADO ROMANO




Durante dos años he hablado a los miembros de esta cámara de Marco Antonio y de su dependencia de la Reina de las Bestias . Nada de lo que he venido repitiendo hasta ahora ha conseguido convencer a muchos de los que están hoy presentes aquí de que he dicho la verdad. «¡Dadnos una prueba!», habéis gritado una y otra vez. ¡Muy bien, tengo la prueba!. Aquí la podéis ver. Tengo en mi mano la última voluntad y testamento de Marco Antonio y contiene todas las pruebas que incluso el más ardiente partidario de Antonio podría exigir.


He escuchado a algunos de vosotros llamar a Marco Antonio el más romano de los romanos. Dedicado al progreso de Roma, valiente, osado, eminentemente capaz de extender el dominio de Roma para cubrir todo Oriente. Eso es lo que pidió (¡y recibió!): Oriente como su parcela después de Filipos. Eso fue hace sólo diez años. Durante esos diez años, Roma apenas si lo ha visto, tan concienzudo fue su mando, o así es lo que decían algunos como Lucio Poplicola. Pero si bien fue a Oriente con la mejor de sus intenciones, su voluntad no duró. ¿Por qué? ¿Qué pasó? Puedo resumir la respuesta en una sola palabra: Cleopatra. Cleopatra, la Reina de las Bestias. Una poderosa hechicera, conocedora de los cultos secretos y las artes del amor y los venenos. ¿No recordáis al rey Mitrídates el Grande, que se envenenaba cada día con cien pócimas y tomaba un centenar de antídotos? Cuando intentó suicidarse con veneno, no funcionó. Uno de sus guardaespaldas tuvo que atravesarlo con su espada. También os recuerdo que el rey Mitrídates era el abuelo de Cleopatra. La sangre de sus venas es, por naturaleza, enemiga de Roma.


Se conocieron por primera vez en Tarsus, donde ella lo hechizó; pero no lo suficiente. Aunque ella le dio mellizos, Antonio permaneció libre de Cleopatra hasta el invierno del año que vio a los partos invadir Siria la primavera siguiente. Él se había reunido con ella en Alejandría, pero cuando los partos aparecieron, él la dejó. ¡Por supuesto que la dejó! Tenía que expulsar a los partos. Pero ¿lo hizo? ¡No! Fue a Atenas con el propósito de supervisar mis actividades en Italia. Aquello desembocó en su asedio de Brundisium y, a su debido momento, en el pacto de Brundisium cuando se casó con mi hermana como prueba de su calidad de romano. Le dio dos niñas, ningún honor para alguien que ya había engendrado hijos con Fulvia y Cleopatra.

 

No es necesario volver a citar la desastrosa campaña que libró contra Media Partía, porque es el período posterior a su lamentable retirada lo que debe interesarnos más que la pérdida de un tercio de un ejército romano. Antonio hizo lo que sabe hacer mejor: beber vino hasta que se le obnubiló la mente.


Loco e impotente, buscó socorro en Cleopatra. No en Roma, sino en Cleopatra, que fue a Leuke Kome cargada con regalos que superan toda imaginación: dinero, comida, armas, medicinas, miles de sirvientes y veintenas de médicos. Desde Leuke Kome, la pareja se trasladó a Antioquía, donde Antonio finalmente se dedicó a hacer un testamento. Una copia se guardó aquí, en Roma, la otra, en Alejandría, donde Antonio se instaló el pasado invierno. Pero para entonces estaba bajo el completo dominio de Cleopatra, drogado y sumiso. Ya no necesitaba beber vino, tenía mejores cosas que tragar, desde las pócimas de Cleopatra hasta sus lisonjas. Con el resultado de que, cuando se acercaba el final de la primavera de este año, trasladó todo su ejército y su flota a Éfeso. ¡Éfeso! Mil millas al oeste de donde realmente se necesitaban, en un frente desde Armenia Parva hasta el sur de Siria, para impedir las incursiones partas. Entonces ¿por qué trasladó a su ejército y a su marina a Éfeso? ¿Por qué luego ha movido a ambos hasta Grecia? ¿Roma es una amenaza para él? ¿Italia? ¿Algún ejército o flota al oeste del río Drina ha hecho gestos bélicos en su dirección? ¡No, no lo han hecho! No hace falta que creáis mi palabra; es algo manifiesto hasta para el más tonto de entre vosotros.


No creo ni por un momento que Marco Antonio haya cometido estos actos de agresión contra su tierra natal voluntariamente. Ningún romano lo haría salvo aquellos que fueron castigados injustamente y buscaron regresar: Cayo Mario, Lucio Comello Sila, Divus Julius. Pero ¿Marco Antonio ha sido declarado hostis? ¡No, no lo ha sido! Hasta este mismo día, su condición sigue siendo la que siempre ha sido: un romano de Roma, el último de muchas generaciones de Antonios que han servido a su país. No siempre con sabiduría, pero sí con celo patriótico.



Entonces ¿qué le ha ocurrido a Marco Antonio. De nuevo, la respuesta está en una palabra; Cleopatra. Él es su juguete, su títere; sí, todos vosotros podéis recitar la lista conmigo, lo sé. Pero la mayoría de vosotros nunca me ha creído, eso también lo sé. Hoy puedo ofrecer la prueba de lo que siempre he dicho es una versión aguada de las perfidias de Antonio, realizadas bajo el dictado de Cleopatra. ¡Una extranjera, una mujer, una adoradora de las bestias! También una poderosa hechicera, capaz de embrujar al más fuerte y al más romano de los romanos.

 

Sabéis que la mujer, la extranjera, tiene un hijo mayor cuya paternidad atribuye a Divus Julius. Un joven que ahora tiene quince años, que se sienta a su lado en el trono egipcio como Ptolomeo XV César, para un romano es un bastardo y no un ciudadano romano. Para aquellos de vosotros que creéis que es el hijo de Divus Julius puedo presentar pruebas de que no lo es, que es hijo de un esclavo que Cleopatra tomó para su diversión. Ella es de disposición amorosa, tiene muchos amantes, y siempre los ha tenido. Que primero utiliza como compañeros sexuales y después como víctimas de sus venenos. Sí, experimenta con ellos hasta que mueren. Como murió el esclavo que fue padre de su hijo mayor.


¿0s preguntáis si esto es importante? ¡Sí, porque ella engañó al pobre Antonio para que declarase a ese niño bastardo Rey de Reyes, y ahora va a la guerra contra Roma para sentarlo en el Capitolio! ¡Aquí hay hombres, senadores, que pueden atestiguar bajo juramento que su amenaza favorita es que ellos sufrirán persecución cuando ocupe su trono en el Capitolio y juzgue en nombre de su hijo! Sí, espera utilizar el ejército de Antonio para conquistar Roma y convertirla en el reino de Ptolomeo XV César.


Pero ¿Roma continuará siendo la ciudad más grande del mundo, el centro de la ley, la justicia, el comercio y la sociedad? ¡No, Roma no! ¡La capital del mundo será trasladada a Alejandría! Roma acabará convirtiéndose en nada.


Ahora ante vosotros desenrollo el testamento de Marco Antonio, ¿lo véis?. ¡La prueba está en este documento, la última voluntad y testamento de Antonio! Deja todo lo que tiene, incluidos sus propiedades romanas e italianas, sus inversiones y su dinero, a la reina Cleopatra. ¡A la que jura su amor, amor, amor y amor! ¡Su única esposa, el centro de su ser! ¡Atestigua que Ptolomeo XV César es hijo legítimo de Divus Julius y heredero de todo lo que Divus Julius me dejó, su hijo romano! ¡Insiste en que sus famosas Donaciones sean honradas, cosa que hace a Ptolomeo XV César el rey de Roma! ¡Roma, que no tiene rey!


¿Qué, padres conscriptos, estáis escandalizados? ¡Tendríais que estarlo! Pero ¡esto no es lo peor que dice el testamento de Antonio! Eso está contenido en la cláusula del entierro, que ordena que no importa dónde pueda ocurrir su muerte ya que su cuerpo se ha dado a los embalsamadores egipcios que viajan con él a todas partes para que lo embalsamen de acuerdo a la técnica egipcia. Luego ordena que se lo entierre en su amada Alejandría, junto a su amada esposa, Cleopatra.


Se lo arrebaté a las vírgenes vestales, que lo defendieron bien . Pero ahora ya se lo puedo arrojar a Poplicola, que lo recoja, vuelva a enrollarlo y lo devuelva a las vestales.
No te preocupes por el principio ni por lo que dice en medio, Lucio Gelio. Ve al final. Examina el sello y te convencerás de que es el auténtico testamento de Marco Antonio.




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