No
hacía falta que te dejase tan pronto, César. Ése es uno de los castigos por
trabajar para un hombre que se mueve a tanta velocidad como tú. No sé por qué
supuse que mi hermano Marco se apresuraría a partir hacia Cilicia, pero no fue
así. Se marchó de Roma a primeros de mayo y tardó casi dos meses en llegar a
Atenas. ¿Por qué adula tanto a Pompeyo Magno? Tiene algo que ver con la época
en que él tenía diecisiete años y era cadete en el ejército de Pompeyo
Estrabón, ya lo sé, pero me parece que la deuda que a Marco se le antoja que
tiene con Pompeyo Magno por la protección que le dio entonces es tremendamente
exagerada. Por esta carta percibirás que ya en ruta tuve que sufrir dos días en
la casa que tiene Magno en Tarentum. No puedo, por mucho que lo intente,
simpatizar con ese hombre.
En
Atenas (donde estuvimos esperando que llegase Pomptino, el legado militar de
Marco... yo hubiera sido un general para Marco mucho más competente, ya sabes,
pero él no se fiaba de mí) nos enteramos de que Marco Marcelo había azotado a
un ciudadano de tu colonia de Novum Comum. Una verdadera desgracia, César. Mi
hermano se indignó igualmente, aunque tenía los pensamientos, en su mayor parte,
ocupados por la amenaza de los partos. De ahí que se negase en redondo a
marcharse de Atenas hasta que Pomptino llegase.
Tardamos
otro mes en cruzar la frontera para entrar en Cilicia por Laodicea. ¡ Un lugar
muy bonito, con todas esas deslumbrantes terrazas de cristal que caen
sobre precipicios! Entre las charcas de agua pura y templada que hay encima,
los lugareños han construido unos pequeños pero lujosos refugios de mármol para
personas como Marco y yo, agotados por el calor y el polvo que encontramos
durante todo el camino desde Éfeso hasta Laodicea. Fue delicioso pasar unos
días empapándonos en las aguas (por lo visto son buenas para los huesos) y
jugueteando como peces.
Pero
luego, al proseguir el viaje, descubrimos la clase de honor que Léntulo
Spinther y luego
Apio Claudio habían impuesto a la pobre y devastada Cilicia. Mi hermano dijo
que era «una verdadera ruina y desolación», y no es ninguna exageración. La
provincia ha sido saqueada, explotada y violada. Todo y todos han sido
acribillados a impuestos; entre otros, por el hijo de tu querida amiga
Servilia. Sí, siento decirlo, pero Bruto parece haber trabajado en la misma
onda que su suegro Apio Claudio en toda clase de asuntos censurables. Aunque se
reprime mucho de ofender a gente importante, mi hermano le dijo a Atico en una
carta que consideraba despreciable la conducta de Apio Claudio en su provincia.
Tampoco le complació que Apio Claudio lo esquivase.
Permanecimos
en Tarso sólo unos cuantos días, pues Marco estaba ansioso por empezar la
temporada de campaña y Pomptino también. Los partos habían atacado a lo largo
del Éufrates, y el rey Ariobarzanes de Capadocia se encontraba en una situación
muy apurada, debido en gran parte a un ejército casi tan pobre como las dos
legiones que encontramos en Cilicia. ¿Porqué ambos ejércitos estaban tan
menguados? Por falta de dinero. Uno ha de deducir que Apio Claudio se guardó
para sí la mayor parte del dinero destinado a pagar las semanadas del ejército,
y que no se preocupó por incrementar la fuerza de cada legión mientras estaba
pagando la mitad de hombres que sus libros decían que pagaba. El rey
Ariobarzanes de Capadocia no tenía dinero suficiente para pagar un ejército
decente, principalmente debido al hecho de que el joven Bruto, ese pilar de rectitud
romana, le había prestado dinero a un astronómico interés compuesto. Mi hermano
se enfadó muchísimo.
Pero,
en fin, pasamos los tres meses siguientes de campaña en Capadocia, un asunto
muy cansado. ¡Oh, Pomptino está loco! Tarda días y días en entrar en una aldea
patéticamente fortificada que tú tardarías tres horas en tomar. Pero, claro, mi
hermano no sabe cómo se ha de manejar una guerra, así que está muy satisfecho.
Bíbulo
tardó muchísimo en llegar a Siria, lo que significa que tuvimos que esperar a
que se pusiera en orden antes de empezar nuestra campaña con junta desde ambos
lados de las laderas del A mano. En realidad ahora estamos a punto de
comenzarla. Supongo que llegó a Antioquía en sextilis y le metió prisa al joven
Cayo Casio en su camino de regreso a Roma con mucha frialdad. Naturalmente,
tiene a sus dos hijos con él. Marco Bíbulo tiene poco más de veinte años, y
Cneo Bíbulo unos diecinueve. Los tres Bibulos se enojaron mucho al descubrir
que Casio se las había arreglado muy bien con la amenaza de los partos,
incluyendo una emboscada que llevó a cabo en el do Orontes que hizo que Pacoro
y su ejército parto se fueran a casa con mucha prisa.
Este
fervor no es muy del gusto de Bíbulo, creo yo. Su método para tratar con los
partos es bastante diferente al de Casio, ciertamente. En lugar de tomar en
consideración la guerra, ha contratado a un parto llamado Ornadapates y le está
pagando para que le deje caer al oído al rey Orodes el rumor de que Pacoro, el
hijo preferido de Orodes, tiene intención de usurpar el trono de su padre.
Inteligente pero no admirable, ¿no te parece?
Echo
mucho de menos la Galia Comata, César. Echo de menos la clase de guerra que nosotros
solíamos llevar a cabo, una guerra tan viva y tan práctica, tan desprovista de maquinaciones
dentro del alto mando. Por aquí me parece que me paso tanto tiempo tratando de aplacar
a Pomptino como haciendo cualquier otra cosa más productiva. Escríbeme, por
favor. Necesito que me animen.
Con
todo mi afecto, tu fiel amigo QUINTO CICERÓN
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