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sábado, 9 de mayo de 2015

MARCO ANTONIO, CUANDO FORMABA PARTE DEL EQUIPO DE MANDO DE CAYO JULIO CÉSAR, EN EL SITIO DE ALESIA CONTRA VERCINGETÓRIX





Quizá porque últimamente no tenía acceso al vino, Marco Antonio se encontraba tan alerta, tan palpitante de interés y energía que absorbía todo lo que decían los legados y cada expresión de la cara de César, así como también cada palabra que éste pronunciaba. ¡Estar allí en aquel momento! Nada como lo de Alesia se había llevado a cabo nunca, no importaba lo que dijera César de Escipión Emiliano. Menos de sesenta mil hombres defendiendo una pista semejante a un hipódromo de veinte kilómetros de circunferencia, situados entre ochenta mil enemigos por el lado interior y un cuarto de millón por el exterior...




¡Estoy aquí! ¡Formo parte de ello! ¡Oh, Antonio, qué suerte tienes tú también! ¡Formo parte de ello! Por eso es por lo que los hombres trabajan con tanto ahínco para él, por lo que lo aman casi tanto como él los ama a ellos. César es el pasaje que tienen los soldados a la fama eterna, porque siempre comparte con ellos las victorias. Sin ellos César no es nada. Y él lo sabe. Gabinio no lo sabía, ni ninguno de los otros con los que he servido. Él sabe cómo piensan los soldados, habla su mismo lenguaje. Observar a César moverse entre ellos es como contemplarlo pasear entre una multitud de mujeres en una fiesta en Roma. Hay electricidad en el aire. Pero yo también la tengo, y un día ellos me amarán a mi igual que lo aman a él. Así que lo único que tengo que hacer es aprender sus trucos, y cuando César sea demasiado viejo para llevar esta vida, yo ocuparé su lugar.

( C. McC. )



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