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jueves, 21 de mayo de 2015

LOS LEGIONARIOS DE CAYO JULIO CÉSAR EN BRITANIA





Pero cuando César emprendió aquella última marcha hacia la fortaleza de los casos, sus tropas austeras y estoicas estaban completamente hartas de Britania, de los carros y de la escasez de raciones. Por no hablar de aquel calor horrible. 


Estaban acostumbrados a las temperaturas altas, podían marchar dos mil quinientos kilómetros en medio del calor sin descansar más que un día de vez en cuando; y eso que cada hombre transportaba una carga de quince kilos en una horquilla que llevaba en equilibrio sobre el hombro izquierdo, y a esto había que añadir el peso de la falda de cota de malla que les llegaba hasta la rodilla, la cual se ceñía a las caderas con el cinturón para la espada y la daga, de manera que así se evitaba llevar otros diez kilos de peso sobre los hombros.



A lo que no estaban acostumbrados era a la humedad, al menos hasta aquel nivel de saturación; ello había hecho que se volvieran lentos como caracoles durante aquella segunda expedición, hasta tal punto que César tuvo que revisar sus cálculos relativos a la distancia que los hombres podían recorrer caminando en un día. Con un calor normal, en Italia o en Hispania se podían hacer unos cincuenta kilómetros al día. En el calor británico, solamente cuarenta kilómetros.





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