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martes, 21 de abril de 2015

POMPEYO Y ESPARTACO



Noble, rico y valeroso, Pompeyo, antiguo lugarteniente de Sila, se alió hábilmente con el Senado para combatir a un cónsul demagogo, Lépido, que se había unido al partido popular restableciendo las distribuciones gratuitas de trigo.



Después de una breve guerra civil, Pompeyo (79 a. de J.C.) fue encargado de sofocar la revuelta de Sertorio, un compañero de Mario que había sublevado a Hispania poniéndose a la cabeza de los indígenas oprimidos, en los tiempos de Sila, y que parecía invencible con sus guerrillas.




Gracias a una traición (72 a. de J.C.), Pompeyo se libró de él, después de algunos años de guerra, y volvió a Italia para poner fin a la célebre revuelta de Espartaco.



En Capua, un centenar de esclavos de una escuela de gladiadores se habían evadido bajo el mando del tracio Espartaco, incitando a la rebelión a las hordas de esclavos del sur, prisioneros de guerra, terribles combatientes, cansados de la crueldad y de los malos tratos, consiguiendo reunir hasta 100.000 hombre, saqueando, incendiando las granjas y resistiendo a cinco ejércitos romanos.




Espartaco los condujo hacia el norte, donde, atravesando los Alpes, podrían convertirse en hombres libres. Pero ellos prefirieron (¡insensato sueño!) volverse contra Italia; por fin, las tropas de Marco Licinio Craso los aplastaron: 6.000 esclavos murieron crucificados a lo largo del camino que conducía de Capua a Roma. Pompeyo acabó con las últimas bandas que habían logrado huir (71 a. de J.C.).



Apoyándose en la plebe y estableciendo los derechos de los tribunos y de los caballeros ("equites"), los aspirantes a dictadores eran fatalmente arrastrados a romper la resistencia del Senado, que obstaculizaba su camino hacia el poder.



Por otra parte, los patricios estaban desacreditados en aquel momento a causa del grave escándalo de Verres, propretor de Sicilia, que había saqueado la isla como si se tratara de una tierra de conquista. Poniéndose del lado de las víctimas, Marco Tulio Cicerón defendió su causa con tanta elocuencia que Verres se exilió antes de la sentencia (70 a. de J.C.).




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