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jueves, 30 de abril de 2015

EL EMPERADOR CLAUDIO





CLAUDIO Y LAS MUJERES

Los pretorianos, que no tenían ninguna intención de asistir a la restauración de la República, descubrieron, escondido en el palacio, a un hermano de Germánico, tío de Calígula, un hombre de 47 años, tartamudo, lunático, ridículo pero culto, especialista en historia de los etruscos y en gramática latina, a quien concedieron el trono a cambio de 15.000 sestercios por soldado.




Pero Claudio, que había simulado la estupidez para salvarse durante los reinados de Tiberio y Calígula, no era un incapaz.



Pronto mostró su autoridad haciendo ajusticiar a los asesinos de su sobrino Calígula. 



Empezó eliminando a los que se le oponían en el Senado romano, a los que reemplazó por plebeyos, ennoblecidos, y haciendo accesibles todos los cargos a los que desempeñaban funciones en la Galia o en Hispania.



Se rodeó de libertos griegos inteligentes, como Narciso y Palas.



 Puesto que Roma se iba extendiendo, agrandó el puerto de Ostia para facilitar el abastecimiento de la ciudad, construyendo también un nuevo acueducto.



Aunque jamás fue soldado, se puso al frente de una expedición destinada a conquistar la Britania (hoy Inglaterra) con cuatro legiones, lo que le valió el título de Britanicus.



Después de dos divorcios, Claudio se casó con Mesalina, que le ponía en ridículo con sus innumerables amantes. 



Enterado de ello, Claudio hizo matar a sus rivales, y después, aconsejado por Narciso, hizo que su mujer fuera a reunirse con ellos.



Para su desgracia volvió a casarse, esta vez con su sobrina Agripina la Joven, hermana de Calígula.



 La ambición de esta mujer era desmesurada, sobre todo por lo que refería al porvenir de su hijo Nerón, nacido de un matrimonio anterior.



Claudio era ya sexagenario y débil, por lo que el éxito de los planes de su mujer fue total.



 Desheredó, en beneficio de Nerón, a su propio hijo Británico.



 Después, la emperatriz, previendo un posible repudio, no dudó en envenenar a su esposo (54 d. de C.).



Nerón, que tenía sentido del humor, dijo más tarde que los champiñones debían de ser un manjar sobrenatural puesto que habían convertido en dios a un "pobre desgraciado" como Claudio.





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