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domingo, 14 de diciembre de 2014

¡ GUÁRDATE, CÉSAR, DE LOS IDUS DE MARZO !


Dos horas más tarde los dos salieron de la Domus Publica para subir por la Escalinata Vestal hacia el Palatino, seguidos por un gran número de partidarios. Cuando doblaron la esquina de la casa para dirigirse hacia las aedes de Vesta, pasaron ante el viejo Espurina, sentado en su sitio de siempre junto a la Puerta de los Testamentos.




-¡César, guárdate de los idus de marzo!

-Los idus de marzo han llegado, Espurina, y como ves estoy perfectamente -contestó César, y se echó a reír.

-Los idus de marzo, sí, pero aún no han terminado.

-Viejo necio -masculló Décimo.

Espurina es muchas cosas, Décimo, pero eso no -aseguró César.


Al pie de la Escalinata Vestal la multitud se apiñó para seguirles; una mano le tendió una nota a César. Décimo la interceptó y se la guardó dentro de la toga.

-No nos detengamos -dijo-. Más tarde te la daré para que la leas.

En casa de Cneo Domitio Calvino los dejaron entrar y los llevaron directamente hasta donde se hallaba Calvino, tendido en un triclinio de su estudio.

 

-Tu médico egipcio es una maravilla, César -dijo Calvino al verles-. ¡Décimo, qué placer!

-Tienes mejor aspecto que anoche-dijo César. -Me encuentro mucho mejor.

-No nos quedaremos, pero necesitaba verte con mis propios ojos, viejo amigo. Lucio y Piso dicen que van a saltarse la sesión de hoy para venir a hacerte compañía, pero si te cansan, échalos. ¿Cuál fue el problema?


-Un espasmo en el corazón. Hapd'efan'e me dio un extracto y mejoré casi en el acto. Me dijo que el corazón..., bueno, la palabra que utilizó fue «revoloteaba»..., una palabra muy evocadora. Por lo visto tengo algún fluido acumulado en torno a este órgano.

-Siempre y cuando te recuperes lo suficiente para ser Maestro del Caballo... Lepido parte hoy hacia la Galia Narbonesa, así que habrá un ausente más en la Cámara. Tampoco estará Filipo, que ayer cometió un exceso. ¡Él y sus ambrosías! Así que temo que los bancos delanteros estén algo vacíos en mi última aparición -dijo César.


Sorprendentemente, se inclinó para besar a Calvino en la mejilla.

-Cuídate.

Dicho esto se marchó, seguido por Décimo Bruto.

Calvino se quedó con el entrecejo fruncido; cerrando los párpados, se adormeció.


( C. McC. )



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