Páginas

Páginas

miércoles, 31 de diciembre de 2014

CARTA DEL CÓNSUL PUBLIO RUTILIO RUFO A CAYO MARIO


Hemos tenido un invierno inquietante y una primavera en la que ha imperado el pánico. Los germanos por fin se han puesto en movimiento y han penetrado al sur de nuestra provincia por el curso del río Rhodanus. Se han estado recibiendo cartas urgentes de nuestros aliados galos y eduos desde finales del año pasado diciendo que sus indeseados huéspedes, los germanos, iban a ponerse en marcha. Luego, en abril, llegó la primera delegación edua a decirnos que los germanos habían limpiado los graneros de eduos y ambarres para cargar sus carros. Sin embargo, habían dicho que se dirigían a Hispania, y los del Senado, que creen más prudente quitar importancia a la amenaza germana, difundieron en seguida la noticia.

 

Suerte que Escauro no es de éstos, ni tampoco Cneo Domicio Ahenobarbo. Así que, poco después de que Cneo Malí o y yo iniciásemos el consulado, hubo una numerosa facción que nos instó a reclutar un nuevo ejército para caso de urgencia y a Cneo Malio se le encomendó reunir seis legiones.


Sí, ya sé, ya sé. No te enfades, Cayo Mario, y déjame exponerte la situación antes de que empieces a pisotearme la cabeza, ¡y no me refiero a esa masa de hueso y carne de encima de los hombros! Sé que por derecho me habría correspondido reclutar y mandar ese ejército, lo sé muy bien. Soy el primer cónsul, tengo una larga y fructífera carrera militar y hasta cierto grado de fama porque por fin se ha publicado mi manual bélico. Mientras que mi colega Cneo Malio casi no tiene experiencia.

 

¡Pues todo es culpa tuya! Mi relación contigo es bien sabida y creo que tus enemigos en la cámara antes prefieren que Roma perezca en un aluvión de germanos que satisfacerte a ti y a los tuyos en modo alguno. Así que, Metelo el Meneítos, el Numídico, se puso en pie y efectuó un magnífico discurso diciendo que yo era demasiado viejo para mandar un ejército y que se sacaría mayor provecho de mis innegables talentos dejándome el gobierno de Roma. 


Le siguieron como borregos que van tras el que los lleva al matadero y aprobaron los decretos al efecto. ¿Por qué no me enfrenté a ellos?, te oigo decir. ¡Oh, Cayo Mario, yo no soy como tú! Yo no tengo ese arranque de odio destructor que tú sientes por ellos ni tu fenomenal energía. Así que me he contentado con insistir en que a Cneo Malio se le den unos legados veteranos aptos y con experiencia, y al menos esto se ha hecho. Tiene a Marco Aurelio Escauro de ayudante: sí, he dicho Aurelio, no Emilio, pues lo único que tiene en común con nuestro amigo de la cámara es el cognomen. No obstante, sospecho que su capacidad militar es mucho mayor que la del famoso Escauro. ¡Eso espero para bien de Roma y de Cneo Malio!

 

En definitiva, Cneo Malio lo ha hecho bastante bien. Optó por reclutar entre el censo por cabezas y puso como ejemplo tu ejército africano como prueba de la efectividad de los proletarios. A finales de abril, cuando llegaron las noticias de que los germanos se dirigirían hacia el sur, penetrando en nuestra provincia, Cneo Malio disponía ya de seis legiones, todas de romanos o de proletarios latinos. Pero luego llegó la delegación de los eduos, y por primera vez el Senado dispone de un cálculo seguro del número de germanos que componen esta migración. Hemos sabido, por cierto, que los germanos que mataron a Lucio Casio en Aquitania, y cuyo número creíamos que totalizaba un cuarto de millón, eran en realidad tres veces menos. Así que, según los eduos, unos ochocientos mil germanos, entre guerreros, mujeres y niños, se dirigen actualmente hacia la costa de la Galia y el mar Mediterráneo. Es increíble, ¿verdad?


La cámara autorizó a Cneo Malio a reclutar otras cuatro legiones para que su ejército tenga un total de diez legiones y cinco mil soldados de caballería. Por entonces ya se había difundido por toda Italia la noticia de la llegada de los germanos, pese a los esfuerzos del Senado por calmar los ánimos. Estamos muy preocupados, sobre todo porque hasta la fecha no los hemos vencido en ningún combate. Desde tiempos de Carbo todo han sido derrotas. Y hay quienes dicen ahora, sobre todo entre la gente ordinaria, que nuestro famoso refrán de que seis buenas legiones romanas vencen a un cuarto de millón de bárbaros indisciplinados es pura merda. Ya te digo, Cayo Mario, toda Italia está atemorizada. Y yo no se lo reprocho.

 

Supongo que, debido al temor generalizado, varios aliados itálicos han cambiado su política de los últimos años y han aportado voluntariamente tropas al ejército de Cneo Malio. Los samnitas han enviado una legión de infantería con armamento ligero y los marsos han aportado una magnífica legión de infantería al estilo romano. Contamos con una legión mixta de Umbría, Etruria y Piceno. Así que, como podrás imaginarte, nuestros padres conscriptos están como el gato que ha cazado un ratón, pagados de si mismos y muy satisfechos. De las cuatro legiones suplementarias, tres las pagan y mantienen los aliados itálicos.


Todo eso es positivo, pero hay un aspecto negativo, claro. Tenemos una escasez abrumadora de centuriones, lo cual quiere decir que ninguna de las nuevas tropas de proletarios alistadas han recibido instrucción adecuada y la única legión de este tipo de las cuatro últimas va casi sin preparación. Su legado Aurelio sugirió que Cneo Malio repartiese a los centuriones veteranos uniformemente entre las siete legiones de proletarios, teniendo en cuenta que no más del cuarenta por ciento de todos ellos han tomado parte en combate real. Los tribunos militares son buenos y hay bastantes, pero no necesito decirte que son los centuriones quienes mantienen la coherencia de centurias y cohortes.

 

Con toda sinceridad, temo lo que pueda pasar. Cneo Malio no es mala persona, pero no le veo capaz de guerrear contra los germanos. Es una opinión que el propio Cneo Malio me corroboró cuando se puso en pie en la cámara a finales de mayo y dijo que no podía asegurar que toda su tropa supiera lo que se debe hacer en el campo de batalla. ¡Siempre hay quienes no saben qué hacer en el campo de batalla, pero uno no se pone en pie en el Senado a decirlo!


¿Y qué hizo el Senado? Enviar órdenes a Quinto Cepio en Narbo para que se trasladase inmediatamente con su ejército al Rhodanus y se uniese al de Cneo Malio en cuanto éste llegue allí. Por una vez el Senado no aplazó una decisión y el mensaje salió por correo a caballo y en menos de dos semanas de Roma a Narbo. Ayer recibimos su respuesta. ¡Y vaya respuesta!


Naturalmente, las órdenes senatoriales decían que Quinto Cepio se subordinase con sus tropas al imperium del cónsul del año. Todo perfectamente normal y legal. El cónsul del año pasado tiene imperium proconsular, pero en cualquier empresa conjunta es el cónsul del año el que asume el mando.

 

¡Ah, Cayo Mario, pero eso no le apetecía a Quinto Cepio! ¿Pensaba sinceramente la cámara que él, un Servilio patricio descendiente directo de Cayo Servilio Ahala, iba a avenirse a ser subordinado de un advenedizo y hombre nuevo que no tiene efigies de antepasados en sagrarios ancestrales, que un hombre ha llegado al consulado sólo porque nadie de mejor linaje se ha presentado a la elección? Hay cónsules y cónsules, decía Quinto Cepio. ¡Te juro que eso es lo que alegaba! En su año hubo bastantes candidatos, pero este año lo más que pudo presentar Roma fue un noble menor arruinado (yo) y un presuntuoso nuevo rico con más dinero que gusto (Cneo Malio). Así que, Quinto Cepio concluía su carta diciendo que desde luego marcharía inmediatamente hacia el Rhodanus, pero que cuando llegase esperaba encontrar un correo senatorial que le aguardase con la noticia de que se le nombraba comandante supremo de ese ejército mixto. Y añadía que con Cneo Malio a sus órdenes todo iría estupendamente.

 

¡Qué carta tan larga! Pero es que no habrá quien te explique las cosas con tanta sinceridad, y debes saberlas. La carta de Quinto Cepio estaba dirigida a Escauro, príncipe del Senado, y no a mí, y, naturalmente, ya conoces a nuestro querido Marco Emilio Escauro. Leyó la horrenda carta ante el Senado con patentes muestras de sádica satisfacción. Realmente, babeaba. ¡Ah, y puso los perros en danza! Hubo rostros congestionados, puños alzados y una gresca entre Cneo Malio y Metelo el Meneitos, que yo interrumpí llamando a los lictores del vestíbulo de la Curia, iniciativa que a Escauro no le gustó. ¡Oh, qué día para Marte! Lástima no haber podido embotellar aquella ardiente atmósfera para haber arrojado contra los germanos el arma más ponzoñosa con que cuenta Roma.


El resultado es que, efectívamente, habrá un correo esperando a Quinto Cepio a orillas del Rhodanus, pero las nuevas órdenes serán exactamente iguales que las anteriores. Tiene que ponerse a las órdenes de Cneo Malio Máximo, cónsul del año legalmente elegido. Es una lástima que el necio se atribuyese un cognomen como Máximo, ¿no? Algo así como regalarse una corona de hierba cuando te han salvado tus hombres y no al revés. No sólo es el colmo ese autobombo, sino que, además, cuando no se es un Fabio, lo de Máximo es de una presunción insoportable. Claro, él sostiene que su abuela era una Fabia Máxima y que su abuelo lo usaba, pero yo sé que no es cierto. Y dudo mucho lo de Fabia Máxima.

 

Bien, aquí me tienes, como un corcel de guerra que ha vuelto al prado, deseando encontrarme en la piel de Cneo Malio y, por el contrario, agobiado por cruciales decisiones, como, por ejemplo, si podemos dar este año una nueva capa de pez a los silos estatales después de haber pagado el equipamiento de siete nuevas legiones de proletarios. ¿Querrás creer que con toda Roma no hablando más que de los germanos, la cámara estuvo discutiendo ese tema ocho días? ¡Es para volverse loco!


Pero tengo una idea y voy a ponerla en práctica. Venzamos o nos derroten en la Galia, la voy a poner en práctica. Como en toda Italia no queda un solo hombre que llegue a la altura del zapato a ningún centurión, voy a reclutar instructores militares en las escuelas de gladiadores. Capua está llena de escuelas de gladiadores, y de las mejores. Así que, ¿no es lo más acertado, dado que Capua es el campamento base de nuestras nuevas tropas? Si Lucio Tidlipus puede contratar suficientes gladiadores para dar un gran espectáculo en los funerales de su abuelo, más lo necesita Roma. Y al mismo tiempo, te digo que voy a seguir reclutando del censo por cabezas.


Ya te mantendré informado. ¿Qué tal van las cosas en la tierra de los comedores de lotos, las sirenas y las islas encantadas? ¿Aún no has conseguido ponerle los grilletes a Yugurta? Seguro que ya falta poco. Metelo el Meneitos está un poco nervioso estos días porque no acaba de decidirse en si arremeter contra ti o contra Cneo Malio. Naturalmente, pronunció un magnífico discurso a favor de que diesen el mando a Quinto Servilio y me procuró el inopinado placer de hundirle la argumentación con unas cuantas flechas.


¡Por los dioses, Cayo Mario, cómo me deprimen! ¡No hacen más que proclamar las proezas de sus malditos antepasados, cuando lo que Roma necesita ahora es un genio militar de carne y hueso! Date prisa y vuelve a Italia. Te necesitamos, porque yo no puedo enfrentarme a todo el Senado; no puedo.

 

POSTDATA.- Por cierto, se han producido un par de curiosos incidentes en Campania. No me gusta nada, aunque tampoco acierto a ver por qué se han producido. A principios de mayo hubo una revuelta de esclavos en Nuceria, que fue fácilmente sofocada y cuya consecuencia ha sido la ejecución de treinta pobres criaturas de todos los rincones del mundo. Pero luego, hace tres días, volvió a estallar otra revuelta, esta vez en un gran campo de las afueras de Capua, para esclavos varones de baja calidad, en el que aguardaban la venta a compradores que necesitaban un centenar para mano de obra en muelles, canteras o para el empuje de ruedas. Esta vez participaron unos doscientos cincuenta esclavos. Fue sofocada rápidamente ya que cerca de Capua había varias cohortes recién reclutadas. Unos cincuenta revoltosos perecieron en la lucha y al resto se los ejecutó inmediatamente. Pero no me gusta, Cayo Mario. Es mal augurio. En este momento, los dioses no están de nuestro lado. Lo noto.

 


POSTDATA.- En este momento me llegan malas noticias para ti. Cuando mi carta ya estaba lista para que Marco Granio de Puteoli la llevase en su nave más rápida que zarpará a finales de semana para Utica, he preferido decirte lo que ha sucedido. Tu querido suegro, Cayo Julio César, murió esta tarde. Como sabes, hacía tiempo que padecía una malignidad en la garganta. Y esta tarde se echó sobre su espada. Estoy seguro de que estarás de acuerdo en que ha elegido la mejor alternativa. Nadie debe constituir una carga para sus seres queridos, y más cuando se ve mermado en su dignidad e integridad de ser humano. ¿Quién de nosotros prefiere aguardar la muerte cuando la vida le obliga a yacer en sus propios excrementos o a que un esclavo le limpie esos excrementos? No, cuando un hombre es incapaz de dominar su vientre o su garganta, debe eliminarse. Yo creo que Cayo Júlio habría optado por hacerlo antes, de no haber sido porque estaba preocupado por su hijo menor, que como creo que ya sabrás, se casó hace poco. Hace tan sólo dos días fui a ver a Cayo Julio y pudo susurrarme en medio de su ahogo que se habían disipado sus dudas respecto al matrimonio del joven Cayo Júlio, porque la hermosa Aurelia -si, ya sé que es mi adorada sobrina- era la mujer ideal para su hijo. Así que ave atque vale, Cayo Julio César.

( C. McC. )



No hay comentarios:

Publicar un comentario