Cuando la fortuna lisonjea nuestros deseos y hace que todo nos salga a
medida de nuestra voluntad, pongámonos en guardia contra la arrogancia, la
altivez y el desdén; pues arguye flaqueza de ánimo el sentirse demasiado
afectado tanto en las contrariedades como en la prosperidad. Es mucho más noble
ser siempre ecuánime en todas las situaciones de la vida y conservar en todo
momento inalterable y sereno el rostro y sin arrugas la frente.
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