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domingo, 16 de noviembre de 2014

ARRIANISMO



Arrianismo, herejía cristiana del siglo IV d.C. que negaba la total divinidad de Jesucristo en su pleno sentido. Recibió el nombre de arrianismo por su autor, Arrio. Nativo de Libia, estudió en la escuela teológica de Luciano de Antioquía, donde se formaron también otros seguidores de esta herejía. Después de ser ordenado sacerdote en Alejandría, Arrio se vio inmerso (319) en una controversia con su obispo relativa a la divinidad de Cristo. Fue finalmente deportado (325) a Iliria debido a sus creencias, pero el debate sobre su doctrina pronto involucró a toda la Iglesia y la conmocionó durante más de medio siglo. Aunque su doctrina fue proscrita finalmente en el año 379, en todo el Imperio romano por el emperador Teodosio I, pervivió durante dos siglos más entre las tribus bárbaras que habían sido convertidas al cristianismo por los obispos arrianos.



El conflicto que entrañaban las enseñanzas y predicaciones de Arrio radicaba en el modo en que configuraba las relaciones entre Dios y su Hijo, el Verbo hecho Hombre. Según los arrianistas, el Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad, no gozaba de la misma esencia del Padre, sino que se trataba de una divinidad subordinada o de segundo orden, puesto que había sido engendrado como mortal, afirmación que se fundamentaba en antiguos escritos del cristianismo y en especial en algunos comentarios de Orígenes. Para Arrio y sus seguidores, la esencia de Dios, fuente rectora del cosmos, creadora y no originada, existe por la eternidad; convertía al Verbo en una criatura que gozaba de la condición divina, en efecto, pero en cualquier caso en la medida en que el Verbo participaba de la gracia, y siempre subordinado al Padre y a su voluntad.



Las enseñanzas de Arrio fueron condenadas en el año 325 en el primer Concilio ecuménico de Nicea. Los 318 obispos reunidos allí redactaron un credo que establecía que el Hijo de Dios era “concebido, no hecho”, y consustancial (en griego, homoousios, de la misma sustancia) con el Padre; esto es, el Hijo formaba parte de la Trinidad, no de la creación. Previamente, ningún credo había sido aceptado con carácter universal por todas las iglesias. La condición del nuevo credo como dogma fue confirmada por prohibiciones en contra de la enseñanza de Arrio.



A pesar de su condena, la enseñanza de Arrio no se extinguió. En parte se debía a la interferencia de las políticas imperiales. El emperador Constantino I revocó la orden de exilio que pesaba sobre Arrio alrededor del 334. Poco después, dos personas influyentes salieron en defensa del arrianismo: el nuevo emperador, Constancio II, que se vio atraído por la doctrina arriana, y el obispo y teólogo Eusebio de Nicomedia, posteriormente patriarca de Constantinopla, también se convirtió en líder arriano.


En el año 359 el arrianismo había prevalecido y se convirtió en la fe oficial del Imperio. Sin embargo, las luchas internas dividieron a los arrianos en dos partidos. Los arrianos moderados consistían sobre todo en obispos del este conservador, quienes básicamente se pusieron de acuerdo con el credo de Nicea pero dudaban acerca del término improvisado homoousios (consustancial) utilizado en el credo.



 Los neoarrianos defendían que el Hijo tenía una esencia diferente (en griego heteroousios), o que no se asemejaba, al Padre (en griego anomoios). Este grupo también incluía el Neumatómacos (combatientes en contra del Espíritu), quienes afirmaban que el Espíritu Santo es una criatura como el Hijo.




 Con la muerte de Constancio II en 361, y el reinado de Valente, quien persiguió a los moderados, se había abierto una vía para que la ortodoxia de Nicea obtuviera la victoria final, reconocida por el emperador Teodosio en el año 379 y reafirmada en el Segundo Concilio Ecuménico (Constantinopla I) celebrado en 381.



El arrianismo tuvo una fuerte implantación entre los visigodos en España. El rey Leovigildo mandó ejecutar a su hijo Hermenegildo por haber abjurado de su fe arriana.





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