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miércoles, 22 de octubre de 2014

SALUDO DE CAYO JULIO CESAR AL DESEMBARCAR TROPEZANDO EN LA COSTA AFRICANA DE LEPTIS: "¡ÁFRICA, TE TENGO EN MI PODER!"



Pero la invasión de César comenzó mal en varios aspectos. Él y su primera flota tuvieron que desembarcar en Leptis Menor porque todos los puertos de mar al norte de éste estaban muy fortificados por los republicanos y habría sido absurdo intentar el desembarco. 


Puesto que en Leptis Menor no había instalaciones portuarias, las naves tuvieron que acercarse a una larga playa donde se ordenó a las tropas saltar al agua y vadear hasta la orilla. 


César encabezó la marcha, naturalmente. Pero su legendaria suerte lo abandonó; saltó, tropezó y cayó cuan largo era al agua. Un pésimo augurio. Todos los presentes contemplaron el hecho con los ojos desorbitados, y sonaron muchas exclamaciones ahogadas.

 

César se levantó con la agilidad de un gato, alzó los puños y la arena mojada le resbaló por los brazos. -¡África, te tengo en mi poder! -gritó, convirtiendo el mal augurio en otro propicio.

 

Tampoco había olvidado la vieja leyenda de que Roma no podía vencer en África sin un Escipión. Los republicanos tenían a Metelo Escipión en la tienda de mando, pero el segundo en el mando de César, de manera meramente nominal, era Escipión Salvito, un descendiente de mala fama de la familia Cornelio Escipión a quien él había sacado de un burdel romano. Una total insensatez, César lo sabía; Cayo Mario había realizado conquistas en África sin un solo Escipión a la vista, aunque Sila era un corneliano.

 

No obstante nada de ello tenía gran importancia en comparación con el hecho de que sus legiones seguían amotinándose. 


La Novena y la Décima se habían sumado a la Decimocuarta en un motín sofocado en Sicilia, pero que fue reavivado tras el desembarco en África. César hizo formar a las legiones, azotó a unos cuantos soldados y se concentró en los cinco hombres -incluido el tribuno no electo de la milicia, 


Cayo Avieno- que más perjuicios habían causado. Obligó a los cinco a subir a bordo de un barco con todas sus pertenencias y los mandó de regreso a Italia, deshonrados, expulsados del ejército y despojados de todo derecho a recibir tierras y reparto de botín.


( C. McC. )

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