Entre los griegos, era habitual que
hubiera individuos decididos a sobresalir entre los demás, y el concepto de
poder personal adquirió una gran importancia; según las circunstancias, entre
esos individuos había desde los más fieles servidores de la polis a los que
cometían los mayores delitos contra ella. Esa misma polis, con su desconfianza
y sus estrictas ideas de igualdad por un lado, y sus grandes expectativas de
integridad por parte del individuo por otro, indujo a algunos hombres de
talento a seguir esa vía, que podía llevarlos a desarrollar una ambición
temeraria y posiblemente a la megalomanía. Incluso Esparta, que intentó
mantener a los individuos potencialmente de mayor talento dentro de los
rigurosos límites de su utilidad para el Estado, lo único que consiguió fue
generar una raza de hipócritas despiadados; ya en el siglo VI encontramos al
terrible Cleómedes, y luego en el V a Pausanias y por fin a Lisandro. Podemos
discutir si esa evolución resultó beneficiosa o no para las poleis, y si en
cualquier caso fue evitable o no; pero en definitiva, el mundo griego da la
impresión de haber poseído una inmensa riqueza de genio para bien y para mal.
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