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domingo, 24 de agosto de 2014

EL AMANTE DE SERVILIA EN AUSENCIA DE CÉSAR



Servilia ahogó un grito, se dio la vuelta y lo vio: Lucio Poncio Aquila, su amante. Más joven que su propio hijo, pues tenía treinta años, acababa de ser admitido en el Senado como cuestor urbano. No era de una familia antigua, por lo tanto provenía de una cuna inferior a la suya. Cosa que a Servilia no le importaba en cuanto le ponía la vista encima, como sucedía en aquellos momentos. ¡Tan guapo! Muy alto, perfectamente proporcionado, el pelo de color castaño rojizo rizado y corto, unos ojos verdaderamente verdes, el rostro dotado de una maravillosa estructura ósea y una boca fuerte y sensual. Y lo mejor de todo era que no le recordaba a César.






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