Hacia finales del siglo
I a. C. tuvieron lugar una serie de hechos que marcarían para siempre la
historia de Occidente. El mundo helenístico que había encontrado su más acabada
expresión en la obra política de Alejandro Magno cedía el paso a una
nueva potencia que extendía con fuerza imparable su dominio sobre el
Mediterráneo: Roma. Paralelamente, la propia Roma vivía un proceso de transformación
interna que tendría como fruto el fin de la República y el establecimiento de
las bases sobre las que se levantaría el Imperio romano. En mitad de ese
terremoto político, una mujer, heredera de la milenaria corona de Egipto,
llegaría a jugar un papel de tal relevancia que la Historia terminaría haciendo
de ella un verdadero mito. Cleopatra, la última reina de Egipto, amante de
Julio César y Marco Antonio, madre del único hijo del primero, calculadora política,
ambiciosa reina, asesina de sus hermanos, protectora de sus hijos y su propia
verdugo sigue siendo hoy un personaje cuya trayectoria vital despierta tanta
fascinación como controversia.
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