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martes, 29 de julio de 2014

EL PODER IMPERIAL DE OCTAVIO AUGUSTO



Además de su propia habilidad, Augusto disponía de una poderosa baza: El fabuloso tesoro tomado a Egipto. Con el oro de los faraones pagó a sus soldados, asegurándose así su valiosa lealtad.


Envió socorros a las provincias devastadas, distribuyó trigo y dinero a trescientos mil padres de familia, y ofreció generosamente juegos y espectáculos a todos. Pero Augusto sabía que si Roma pretendía dominar sus propias provincias, hacía falta que el pueblo se sometiera a la mano de hierro de un Estado autoritario.


Aunque la fachada republicana permanecía intacta, todos sus órganos perdían poco a poco su fuerza. Los comicios conservaron en principio la aprobación de las leyes y la elección de los magistrados, pero en realidad era Augusto el que decidía la elección; las magistraturas fueron mantenidas, pero se convirtieron en ramificaciones del poder imperial.


El Senado romano, reorganizado al arbitrio del emperador, continuó administrando Roma, Italia y una parte de las provincias.


Los dos cónsules vieron reducidas sus funciones a dos o tres meses, y pronto dejaron el puesto a sus sucesores. Continuó habiendo pretores, tribunos, cuestores y ediles, pero convertidos en funcionarios dependientes del Estado.


El nuevo señor de Roma, con el título de emperador, era el jefe del ejército, aun conservando lo esencial del poder consular.


No pudiendo, como patricio que era, ser investido del título de tribuno, recibió sin embargo el "poder tribunicio", que hacía de él un personaje inviolable, permitiéndole incluso oponer su "veto" a las decisiones del Senado.


¿Qué le faltaba ya? Ser pontífice máximo, y puesto que esta sagrada función era vitalicia, Augusto tendría que esperar pacientemente a que muriera su titular, Lépido, para ocupar su puesto.


Pero he aquí que, a ejemplo de Oriente, el pueblo de Roma, agradecido a aquel que era el restaurador del orden, quiso ver en Augusto no ya un hombre superior, sino un dios.


Así, en todas partes se asistió a la construcción de altares dedicados al nuevo emperador, atendidos por nuevos sacerdotes, los augustales, que sacrificaban "a Roma y a Augusto".



El mes de que se cumplía el aniversario de su triunfo fue llamado Augusto (hoy agosto). Cuando el emperador muriese, el Senado le concedería las honras apoteósicas reservadas sólo a las divinidades. Pero esta apoteosis estaba todavía lejana. Augusto, después de haber reunido en sus manos todos los poderes, organizará la pax romana.




IMÁGENES DEL FORO DE AUGUSTO:

























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