Cuando Prisco y Vero alargaron el combate,
y el valor de ambos se mantuvo igual por largo rato, con gran clamor se pidió
repetidamente la missió para ambos hombres, que es lo mismo que decir el
empate. Pero el emperador siguió su propia ley; la ley era luchar hasta
levantar el dedo habiendo tirado el escudo. El César hizo lo permitido, dándoles
varias veces vasijas con agua y regalos. Sin embargo halló un final el igualado
combate: lucharon a la par, se rindieron a la par. A ambos envió el emperador
Tito espadas de madera y a ambos palmas, este es el premio que obtuvo el valor
constante. Bajo ningún príncipe ocurrió esto, salvo contigo, César, que dos
lucharan y ambos fuesen vencedores.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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