Lúculo, teniendo todas las cualidades que un general
podía desear, carecía de aquella que, en nuestros días, es la más
importante de todas: era ignorante de la naturaleza humana, de cuyas potencias
no sabía aprovecharse y desdeñó utilizar sus debilidades. Con todo
derecho, exigió mucho de sus hombres, pero sin darles a cambio ni la
seguridad de la camaradería que Mario y yo diéramos a nuestras tropas,
ni los placeres y excitaciones de esa cínica irresponsabilidad que Sila
solía desplegar en sus deliberadas alternancias entre la disciplina más estricta
y la más abandonada. A decir verdad, Lúculo se apoyaba en una disciplina
fuera de uso. En nuestros días, los soldados piden cuando menos la satisfacción
de ser tratados como seres humanos.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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