El César
practicaba juegos eróticos, en los que se encerraba dentro de una jaula
con varios hombres y mujeres desnudos atados a diversos pilares, y, portando
una piel de animal, como si de una fiera se tratase, se lanzaba a cualquiera
de ellos; cuando llegaba al punto de máxima excitación, finalizaba la
actividad con uno de sus libertos, Doriforo, con el que se dice que
incluso en su momento de mayor degeneración llegaría a unirse en matrimonio.
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