Y tú, Júpiter, que fuiste
consagrado por Rómulo el mismo año que esta ciudad, el dios de quien, con
razón, decimos que mantiene firme la ciudad y el imperio; tú mantendrás a este
hombre y a sus secuaces lejos de tu templo y de los templos de los otros
dioses, de las casas de los hombres de esta ciudad y de sus murallas, de las
vidas y del destino de todos los ciudadanos de Roma…
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