No escribimos historias, sino vidas, ni es, por
regla general, en las empresas de virtud o vicio, sino que a menudo una
situación pasajera, una frase o una broma reflejan mejor el carácter que
batallas de muchos muertos a los más virtuosos ejércitos y asedios de ciudades.
Por eso, igual que los pintores aspiran a captar la semejanza con el modelo en
la cara y en la expresión de los ojos, donde se manifiesta el carácter, y no se
preocupan en realidad de las demás partes, así también se nos debe permitir a
nosotros que penetremos más bien en las señales del alma y que, a través de
éstas, configuremos la vida de cada personaje, dejando a otros la grandiosidad
de los combates.
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