Como habían hallado una
provincia que vivía en paz y disfrutaba de quietud, y como toda la comarca era
hermosa y floreciente, se pusieron a trabajar en ella con sus terribles armas,
sembrando la devastación y reduciéndolo todo a ruinas a sangre y fuego. No
dejaron a salvo ni los huertos de frutales, por si a las gentes que se habían
ocultado en las cuevas de las montañas ... se les ocurría comer de ellos después
de que se hubieran marchado. No hubo lugar que se librara de su huella, pues en
todas partes hicieron crueles estragos y actuaron implacablemente.
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