Del más alto sentido del
conocimiento político parece derivarse el que el príncipe no se desentendiese ni
siquiera de los histriones y demás actores de teatro, circo o anfiteatro, pues
sabía que el pueblo romano se siente dominado fundamentalmente por dos cosas,
la distribución de trigo y los espectáculos; que el mando no se somete menos a
prueba en asuntos de diversión que en cuestiones serias; que el rechazo de los
asuntos serios conlleva una gran pérdida, pero el de las diversiones, el mayor
de los descontentos. Las distribuciones de grano se ansían menos fuertemente
que los espectáculos: con dádivas de trigo se aplaca a una muchedumbre, uno por
uno y llamados por su nombre; en cambio, con los espectáculos se reconcilia al
pueblo entero no o más que conciliarse con los juegos y las celebraciones de
espectáculos. Para este fin ofrecidas por nuestros antepasados procesiones,
carros, carros sagrados, despojos, elefantes, toros salvajes el pueblo romano haría
uso de los espectáculos hacen resonar o suponen mal augurio en muchas lenguas. Estas
cosas han sido mencionadas por mí con el fin de refutar a los detractores.
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