Los
hispanos tienen preparado el cuerpo para la abstinencia y la fatiga, y el ánimo
para la muerte: dura y austera sobriedad en todo. En tantos siglos de guerras
con Roma no han tenido ningún capitán sino Viriato, hombre de tal virtud y
continencia que, después de vencer los ejércitos consulares durante 10 años,
nunca quiso en su género de vida distinguirse de cualquier soldado raso. Los
hispanos prefieren la guerra al descanso
y si no tienen enemigo exterior lo buscan en casa.
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