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sábado, 14 de diciembre de 2019

SAN MACARIO DESCRIBE UN MARTIRIO DE CRISTIANOS EN LA ARENA EN TIEMPOS DEL EMPERADOR MAGNO CLEMENTE MÁXIMO



El estadio estaba abarrotado; Máximo también acudió. Muchos criminales fueron devorados por otros tantos animales salvajes. Nosotros, los cristianos, nos manteníamos medio ocultos entre las gradas esperando con temor para presenciar los martirios que vendrían a continuación.

 

 Los mártires eran Taraco, Probo y Andrónico. Los llevaban otros condenados, ya que habían sido torturados y no podían caminar. Su estado era tan penoso, que escondiendo nuestras caras para que la gente no lo advirtiera, comenzamos a llorar. Les tiraron al suelo como si fuesen desperdicios.

 

 Mucha gente comenzó a murmurar y Máximo gritó a sus soldados: «Mirad a esta gente. Ya que son tan partidarios de estos cristianos, deberían bajar con ellos a la arena para hacerles compañía». Se soltó a las fieras, entre ellas había un oso especialmente aterrador y una leona. Ambos rugieron con fiereza, pero no atacaron a los mártires y ni mucho menos los devoraron.

 

El Director de los Juegos comenzó a enfurecerse y ordenó a los lanceros que acabasen con ellos. El oso fue atravesado por una lanza, pero la leona consiguió escaparse por una puerta que algún bestiario había dejado abierta al huir despavorido.

 

 Entonces Máximo ordenó al Director de los Juegos que dejase que los gladiadores matasen a los cristianos y que después lucharan a muerte entre ellos. Cuando la tragedia acabó, Máximo, antes de abandonar el podio, ordenó a diez soldados que mutilasen tanto a mártires como a gladiadores, para que los cristianos no protestasen porque se les daba un trato diferente.


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