Aquí yace Silo, que llevaba a
los agradables banquetes de jóvenes las chicas licenciosas que deseasen;
cazador de chicas débiles que se ganaba un salario deshonroso traficando con
carne humana. Pero caminante, no tires piedras a su tumba ni le pidas a otro
que lo haga. Está muerto y enterrado. Perdónale, no porque le pareciese bien
ganarse así la vida, sino porque, al proporcionarles mujeres corrientes, apartaba
a los jóvenes del adulterio.
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