No hay nada más despreciable que la crueldad con los esclavos. No me gustan
esos amos que se complacen morbosamente en torturar, herir, forzar a mujeres y
hombres, niños y niñas, y en matarlos simplemente por ser su propietario y
dueño de sus vidas. Entiendo que esas atrocidades las perpetren los bárbaros,
pues sus costumbres, sus tradiciones y sus dioses les imponen cosas que los
romanos ya hemos puesto fuera de la ley hace siglos. Pero pensar que un romano
se deleite en infligir tales sufrimientos, solo para su placer, me produce
verdadera repugnancia, y de verdad que me cuesta más creerlo entre los romanos
nobles.
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