¡Por
fín, ha llegado mi primer día de libertad!. Durante más de treinta año he ocultado mi naturaleza. Me he
privado del amor y el placer... primero por mi nombre y mi ambición, y luego a
causa de Roma. Pero se acabó. ¡Se acabó, se acabó, se acabó!. Ya tenéis otra
vez a Roma libre, fuerte, próspera, en orden, y con el tesoro público lleno a
rebosar. ¡Os devuelvo Roma... hombrecillos y presuntuosos gusanos!. Otra vez
quedáis libres de desahogar vuestra bilis sobre el país... elegir los hombres
inadecuados, gastar los dineros públicos alegremente sin pensar en el mañana.
¡Pronostico que en los treinta años de una generación, vosotros y los que os
sucedan traeréis la ruina irremisible a Roma!.
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