El censo está hecho y completo,
Antonio. De la fuerza auxiliar a pie, unos treinta mil, no ha sobrevivido
ninguno. De la caballería gala, seis de diez mil, pero sus caballos han
desaparecido. De la caballería gálata, cuatro de diez mil, pero sus caballos
han desaparecido. Todos han sido sacrificados para servir de comida a lo largo
de las últimas cien millas. De las dieciséis legiones, dos (las de Estatiano)
han desaparecido, la fortuna que han corrido, desconocida. Las otras catorce
han recibido muchas pero no mortales bajas, la mayoría por congelación. Los
hombres que han perdido los dedos tendrán que ser retirados y enviados a casa
en carreta. No pueden marchar sin dedos. Cada legión, salvo las de Estatiano,
está con todas sus fuerzas; casi cinco mil soldados más un millar de no
combatientes. Ahora, al repartir los hombres, cada legión tiene poco menos de
cuatro mil y quizá quinientos no combatientes. Éstas son las cifras. Auxiliares
a pie, treinta mil. Caballería auxiliar, diez mil, pero veinte mil caballos.
Legionarios, catorce mil no podrán luchar nunca más, además de los ocho mil de
Estatiano. Y no combatientes, nueve mil. Un total de setenta mil hombres,
veinte mil caballos. Veintidós mil de ellos son legionarios. La mitad del
ejército, aunque no la mejor. En ningún caso han muerto todos, aunque mejor lo
estarían. Las legiones han quedado diezmadas, pero no aniquiladas. Ha sido una
terrible desgracia perder a tantos hombres sin luchar, a causa de un desastre
del maldito clima. Ahora a los que se han salvado de tan terribles sufrimientos
les debemos mucho descanso, mucha buena comida, y todas las putas que se puedan
encontrar por toda Siria.
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