Quiero que el hijo de Mario se
quede para siempre encerrado en Praeneste. Levanta un muro de diez metros desde
las montañas del Anio hasta las de detrás del Tolerus, con torres de veinte
metros cada doscientos pasos. Entre ese muro y la ciudad excava un foso de
siete metros de profundidad y siete de ancho con stimuli en el fondo, gruesos
como los carrizos de las riberas del lago Fucino. Cuando esté acabado el cerco,
dispón patrullas que vigilen todos los senderos que parten por detrás de la
ciudad hacia los Apeninos para que no entre ni salga nadie. Quiero que ese
muñeco arrogante sepa que Praeneste va a ser su residencia para lo que le queda
de vida. También quiero que los habitantes de Praeneste sepan que están
condenados a albergar al hijo de Mario para el resto de sus días; así que
dispón heraldos que voceen la noticia seis veces al día. Una cosa es ayudar a
un niño bonito con un apellido famoso, y otra darse cuenta de que ese niño
bonito les ha traído la muerte y el sufrimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario