Seguramente
conozco al pequeño César mejor que tú, Cayo Julio. Qué duda cabe de que en estos últimos años le he tratado más que tú.
Es un muchacho extraordinario. ¡Sí, ya lo creo, un muchacho verdaderamente
extraordinario!. Brillante, ¿sabes?. Más
inteligente que nadie que yo conozca. Figúrate que escribe poemas y obras de
teatro. Y se le dan igual de bien las matemáticas. Un dechado, un dechado...
Tiene una voluntad de hierro, y bastante mal genio cuando le provocan. Y no le
atemorizan los disgustos, ni darlos tampoco.
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