Ser cónsul de Roma es verse
elevado a un nivel sólo algo por debajo de los dioses y muchísimo más alto que rey
alguno. El cargo de cónsul se concede libremente y no descansa sobre amenazas o
poder retributorio. Durante un año, el cónsul es lo más excelso que hay. Su imperium
excede al de cualquier gobernador. ¡El es el comandante en jefe de los
ejércitos, el jefe del gobierno, el representante del Tesoro y el símbolo de
cualquier significado que haya de atribuirse a la República de Roma!. Sea
patricio u hombre nuevo, inmensamente rico o relativamente pobre, es «el
cónsul». Sólo tiene un igual: el otro cónsul. Sus nombres se inscriben en los
fasti consulares para que brillen perennemente.
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