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miércoles, 31 de octubre de 2018

JENOFONTE DICE SOBRE CIRO DE PERSIA


Gobernó sobre estas naciones, aunque ellas no hablaban el mismo idioma que él, ni tampoco ninguna nación el mismo de las otras; por ello, fue capaz de inspirar tal miedo en aquella vasta región, que llenaba a todos los hombres de terror y nadie intentaba resistirse; y fue capaz de despertar en todos un deseo tan ardiente de complacerlo, que todos siempre querían ser guiados por su voluntad.





martes, 30 de octubre de 2018

EL CÓNSUL LUCIO MARCIO CENSORINO


Lucio Marcio Censorino (en latín, Lucius Marcius L. f. C. n. Censorinus) fue un político romano de la república tardía, cónsul en 39 a. C. y ferviente partidario de Marco Antonio.
 
Comenzó su carrera política como senador durante el gobierno de Julio César. Cuando éste fue asesinado, él y Gayo Calvisio Sabino fueron los únicos en el Senado que se opusieron a la concesión de una amnistía a los asesinos.
 
Fue pretor en 43 a. C.2 y participó en la Guerra de Módena en el bando de Marco Antonio. Al año siguiente, participó en la batalla de Filipos bajo las órdenes de Antonio y Octaviano, tras lo cual, el primero lo dejó a cargo de Macedonia y Acaya en el año 41 a. C..4 Allí estuvo hasta la llegada de su sucesor, Gayo Asinio Polión. Gracias a su adhesión a Antonio, fue nombrado cónsul para el 39 a. C. junto a Gayo Calvisio Sabino, y el primer día de su consulado celebró un triunfo por algunos éxitos que habría obtenido en Macedonia, cuando era su gobernador.
 
En recompensa por su lealtad, los triunviros le concedieron la casa del Palatino que había pertenecido a Cicerón, cuyo valor se estimaba en tres millones quinientos mil sestercios. A su muerte, esta casa pasaría a Tito Estatilio Tauro.
 
Su hijo fue Gayo Marcio Censorino, cónsul en 8 a. C.


TRASIMEDES DE PAROS



Trasimedes (Thrasymedes, Θρασυμήδης) hijo de Arignot de Paros , fue un escultor griego autor de la estatua criselefantina de Asclepio en el templo de Epidauro . La estatua es descrita por Pausanias que dice que era la mitad de grande que el Zeus Olímpico en Atenas . Como esta última fue hecha por orden de Adriano se ha supuesto que la de Epidauro podría ser obra de la generosidad del mismo emperador o de Antonino Pío .



lunes, 29 de octubre de 2018

CLAUDIO DESCRIBE A SU TÍO EL EMPERADOR TIBERIO



Creo que en este momento debería describir su aspecto personal. Era de elevada estatura, cabellos negros, piel blanca, corpulento; tenía un par de magníficos hombros, y manos tan fuertes, que podía partir con ellas una nuez o perforar una dura manzana verde con el pulgar o el índice. Si no hubiese sido tan lento en sus movimientos, habría podido ser campeón de pugilismo. En una ocasión mató a un camarada en un encuentro amistoso -a puño limpio, no con los habituales guantes de metal-, con un golpe en la sien que le fracturó el cráneo. Caminaba con el cuello levemente inclinado hacia adelante y la mirada clavada en el suelo. Su rostro habría sido hermoso si no hubiese estado desfigurado por tantos granos y si no hubiera estado perpetuamente ceñudo. Sus estatuas lo representan como un hombre de suma belleza porque omiten esos defectos. Hablaba poco, y eso con lentitud, de modo que en una conversación con él siempre surgía la tentación de terminar sus frases y contestarlas, todo en uno. Pero cuando quería era un impresionante orador público. Se volvió calvo muy joven. Sólo le quedó un poco de cabello en la nuca, que se dejó largo, según la moda de la antigua nobleza. Jamás estuvo enfermo.
 
Tiberio, a pesar de lo impopular que era en la sociedad romana, fue sin embargo un general de mucho éxito. Revivió varias antiguas severidades disciplinarias, pero como no escatimaba sus propios esfuerzos durante las campañas, como pocas veces dormía en una tienda, y no comía ni bebía nada mejor que sus soldados, y siempre conducía el ataque en el combate, preferían servir a sus órdenes y no a las de algún general bonachón y de fácil trato en cuya jefatura no tuviesen la misma confianza. Tiberio nunca ofreció a sus hombres una sonrisa ni una palabra de elogio, y a menudo los hacía marchar y trabajar en exceso. "Que me odien -dijo una vez-, siempre que me obedezcan."
 
Mantenía a los coroneles y oficiales del regimiento en un orden tan estricto como a los soldados, de modo que no había quejas en cuanto a parcialidades. El servicio bajo Tiberio era provechoso. Por lo general se las arreglaba para capturar y saquear los campamentos y ciudades del enemigo. Libró con éxito guerras en Armenia, Partia, Alemania, España, Dalmacia, los Alpes y Francia.


ORACIÓN DE CATÓN ANTES DE PARTIR PARA ÁFRICA SALVANDO EL RESTO DE LAS TROPAS REPUBLICANAS DERROTADAS EN FARSALIA



 Oh, vosotros los llamados Lares Permarini, o sea cual sea el nombre que prefiráis, vosotros ue quizá seáis dioses, diosas o de ningún sexo, os pedimos que intercedáis por nosotros ante el todopoderoso padre Neptuno, cuyos vástagos quizá seáis o quizá no, antes de emprender nuestro viaje a África. Os rogamos que atestigüéis ante todos los dioses que somos sinceros al pediros que nos mantengáis a salvo, libres de las tempestades y las asechanzas de las profundidades, que mantengáis nuestros barcos juntos y nos permitáis desembarcar en algún lugar civilizado. Conforme a nuestros acuerdos contractuales, que se remontan a los tiempos de Rómulo, os ofrecemos el debido sacrificio, una espléndida y joven oveja, previamente lavada y purificada.

EL CÓNSUL LUCIO ESCRIBONIO LIBÓN



Lucio Escribonio Libón (en latín, Lucius Scribonius Libo) fue un político romano de la república tardía. Suegro de Sexto Pompeyo y cuñado de Octavio Augusto, fue cónsul de la República romana en 34 a. C., junto con Marco Antonio.
 
Como miembro de la familia plebeya Escribonia, Libón estaba estrechamente vinculado a la familia de Gneo Pompeyo Magno, a través de la abuela de Libón, Pompeya Magna. Estos vínculos se fortalecieron en el año 55 a. C. cuando el hijo de Pompeyo, Sexto Pompeyo se casó con la hija de Libón, Escribonia.​
 
Se le menciona por primera vez en 56 a. C., año en que parece haber sido tribuno de la plebe, apoyando los puntos de vista de Pompeyo en relación con los asuntos de Egipto para el caso de Ptolomeo Auletes.
 
Se supone que llegó a ser pretor en 50 a. C. En el año 49 a. C., se convirtió en uno de los legados de Pompeyo, y con el estallido de la guerra civil, Pompeyo le dejó al mando de Etruria. Después de que él fue expulsado de Etruria por Marco Antonio, se hizo cargo de los nuevos reclutas de la Campania de Ampius Balbus. A continuación, acompañó a Pompeyo durante su retirada a Brundisium, y aquí él actuó como intermediario de Pompeyo con Cayo Caninio Rebilo, un amigo íntimo de Libón, al cual Julio César había dado la tarea de negociar con Pompeyo.​ Rebilo solicitó a Libón si podía convencer a Pompeyo de llegar a un acuerdo con César, con el fin de detener la guerra civil antes de que comenzara. A pesar de que Libón informó de las propuestas de César a Pompeyo, este señaló que no podía llegar a ningún acuerdo sin la presencia de los cónsules en ejercicio.
 
Libón acompañó a Pompeyo a Grecia, y participó activamente en la guerra que sobrevino. Libón fue puesto a cargo de una parte de la flota de Pompeyo del mar Adriático junto con Marco Octavio, con instrucciones de impedir que las fuerzas de César cruzaran. Frente a la costa de Dalmacia derrotó a una flota bajo el mando de Publio Cornelio Dolabela, y también logró derrotar a Cayo Antonio, que había tratado de ayudar a Dolabela, y este último se vio obligado a huir a Korčula. Debido a la falta de suministros, Cayo Antonio pronto se rindió a Libón, entregándole a él y a sus tropas a Pompeyo.
 
Cuando César desembarcó en Epiro y tomó Oricum, Pompeyo envió a Libón para unirse a Marco Calpurnio Bíbulo, quien estaba a cargo de la flota de Pompeyo y estaba bloqueando a César en Oricum, pero él estaba enfermo y era incapaz de conseguir nuevos suministros. Con el fin de romper el estancamiento, Libón navegó hacia Oricum y pidió una tregua para negociar con César. César estuvo de acuerdo y Libón trató de engañar a César diciendo que estaban actuando por instrucciones de Pompeyo.​ Como César era incapaz de hacer que Libón se comprometiera a dar un salvoconducto a los enviados de César, este último llegó a la conclusión de que las negociaciones eran una farsa diseñada para permitir a Bíbulo reabastecer sus naves, por lo que César se negó a extender la tregua y rompió las negociaciones.
 
Con la muerte de Bíbulo a principios de año 48 a. C., Libón, recibió el mando de la flota de Pompeyo, aunque nadie fue nombrado expresamente para este mando supremo. Él continuó bloqueando Oricum, pero llegó a la conclusión de que si podía cerrar el puerto Brundisium por mar, César no recibiría más refuerzos. De esta forma con cincuenta naves se presentó ante Bríndisi, con el fin de bloquear a Marco Antonio, quién estaba aún allí con parte de las tropas de César, a la espera de una oportunidad para cruzar a Grecia. Libón quemó algunas naves de almacenamiento, capturó otras con cargamento de cereales, y desembarcó tropas en la isla que controlaba la entrada del puerto, expulsando un escuadrón de soldados de Antonio en la acción. Seguro de su éxito, envió una carta a Pompeyo, informándole de que había asegurado al puerto. Antonio, mientras tanto, logró engañar a Libón haciéndole perseguir a algunos barcos señuelo, logrando que la escuadra de Libón quedara atrapada. La mayor parte de la flota de Libón logró finalmente escapar, pero las tropas que desembarcaron en la isla quedaron atrapadas y fueron capturadas.​ Poco después, Marco Antonio escapó a la vigilancia de Libón y se unió a César en Grecia.​
 
Con la derrota y muerte de Pompeyo en el 48 a. C., Libón se unió a Sexto Pompeyo, que era su yerno después de casarse con su hija Escribonia Libón. A la muerte del dictador en 44 a. C., lo encontramos en Hispania con Sexto Pompeyo.
 
En el año 40 a. C., Sexto lo mandó como enviado no oficial a Marco Antonio en Grecia, en busca de una alianza contra Octaviano, quien acababa de derrotar a los partidarios de Antonio en la Guerra Perusina, y fue el instrumento en la formación de una alianza entre los dos. Octaviano, por consejo de Mecenas, trató de introducir una cuña entre Sexto Pompeyo y Marco Antonio y propuso casarse con la hermana de Libón, Escribonia, aunque era mucho mayor que él, y ya había estado casada dos veces. El matrimonio tuvo lugar poco después y allanó el camino para la paz entre los triunviros y Pompeyo. En el posterior Pacto de Miseno, en 39 a. C. Libón actuó como un importante negociador. A cambio de su apoyo, Sexto logró de Octaviano la promesa de un futuro consulado para Libón y para él mismo.​
 
Después de que Octaviano renovó la guerra contra Sexto Pompeyo en el 36 a. C., Libón continuó siendo fiel a Pompeyo. Sin embargo, en 35 a. C. Libón viendo la causa perdida, abandonó a Sexto y se unió a Marco Antonio.​ Como recompensa, Antonio aseguró que Libón fuera elegido cónsul en el 34 a. C., junto con el mismo Marco Antonio. Él dejó el cargo el 1 de julio del 34 a. C., y fue reemplazado por Cayo Memmio.​ En el 31 a. C., habría sido nombrado como uno de los Septemviri Epulones, y en el 29 a. C., fue elevado a la condición de patricio.
 
Libón era el tío materno del cónsul del año 16 a. C. Publio Cornelio Escipión, Cornelia Escipión y Julia la Mayor. Su esposa era miembro de la gens Sulpicio, la familia de la que el emperador romano Galba afirmaría descender por lado paterno.
 
Libón y su esposa tuvieron dos hijos, Lucio Escribonio Libón, cónsul del 16, y Marco Escribonio Libón Druso, y una hija, Escribonia, que se casó con Sexto Pompeyo.


CLAUDIO HABLA DE SUS ENFERMEDADES


 
Yo fui un chico muy enfermo -un campo de batalla de enfermedades, decían los médicos-, y quizá sobreviví porque las enfermedades no pudieron ponerse de acuerdo acerca de cuál de ellas tendría el honor de rematarme. Para empezar, nací prematuramente, a los siete meses de gestación, y luego la leche de mi nodriza no me sentó bien, de modo que me estalló un terrible salpullido en toda la piel, y después tuve malaria, y sarampión, que me dejó levemente sordo de un oído, y erisipela, y colitis, y finalmente parálisis infantil, que me acortó de tal modo la pierna izquierda, que me vi condenado a una permanente cojera. 
Debido a una u otra de todas estas enfermedades, he sido toda mi vida tan débil de los muslos, que nunca me ha resultado posible caminar o correr una larga distancia. He tenido que hacer la mayor parte de mis viajes en una silla de mano. Después está ese atroz dolor que me atenaza a veces la boca del estómago, después de comer. Es tan intenso, que en dos o tres ocasiones, si no hubieran intervenido algunos amigos, me habría hundido un cuchillo de trinchar (del que me apoderaba, enloquecido) en el lugar del tormento. He oído decir que este dolor, al que llaman "pasión cardiaca", es peor que cualquier otro que conozca el hombre, salvo la estangurria. Bueno, supongo que debo estar agradecido por no haber tenido nunca la estangurria.








PITÁGORAS DE SAMOS DICE SOBRE LA MUJER



Elige una mujer de la cual puedas decir: "yo hubiera podido encontrarla más bella pero no mejor".