Yo no
soy un rey como Alejandro el Grande. Sólo soy una parte del brillante
espectáculo que Roma ha puesto en marcha. Una parte importante, lo sé. Espero
que en épocas futuras los hombres digan que he sido la parte más importante.
Pero únicamente una parte. Cuando Alejandro el Grande murió, Macedonia murió.
Su país pereció con él. Renunció a ser griego y trasladó el ombligo de su imperio
porque pensaba como un rey. Él fue la causa de la grandeza de su país. Hacia lo
que le placía e iba donde le placía. ¡Él pensaba como un rey! Se confundió a sí
mismo con una idea. Para que ello diera fruto permanente, él habría tenido que
vivir eternamente. Mientras que yo sirvo a mi país. Roma es mucho más grande
que cualquier hombre que ella produzca. Cuando yo esté muerto, Roma seguirá
produciendo otros muchos grandes hombres. Yo dejaré a Roma más fuerte, más
rica, más poderosa. Lo que haga será utilizado y mejorado por los que vengan
después de mi. Tontos y sabios en igual cantidad, y eso es mejor que aquello de
lo que pueda jactarse un linaje de reyes. Por cada gran rey, hay una docena de
completas nulidades.
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