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sábado, 16 de junio de 2018

DISCURSO DE MARCO ANTONIO A FAVOR DE MARCO JUNIO BRUTO Y CAYO CASIO LONGINO EN EL FUNERAL DE CÉSAR



 
¡Amigos, romanos, ciudadanos,... escuchadme!
 
Vine a enterrar a César, no para alabarlo. El mal que hacen los hombres a ellos sobreviven. Lo bueno que se hace es sepultado con huesos, que así sea con César.
 
El noble Bruto les dijo que César era ambicioso. Si verdad que lo era, la falta era muy grave, y César pagó con su vida, aquí, por las manos de Bruto y de los demás. Pues Bruto es un hombre honrado, y así son todos ellos, todos hombres de honor.
 
Vengo para hablar en el funeral de César. Era mi amigo, fiel y justo para conmigo. Pero Bruto dice que era ambicioso. Y Bruto es un hombre honorable.
 
Trajo muchos prisioneros para las ciudades romanas que, para ser liberados, llenaron las arcas de Roma. ¿Esto les parece una actitud ambiciosa de cesar?. Cuando los pobres sufrían César lloraba. Ahora bien, la ambición hace que las personas sean duras y sin compasión. Sin embargo, Bruto dice que César era ambicioso. Y Bruto es un hombre honorable.
 
Todos vieron que en las lupercales yo, por tres veces, le ofrecí una corona real, la cual él tres veces la rechazó. ¿Esto era ambición?. Pero, Bruto les dice que era ambicioso, y Bruto, todos lo sabemos, es un hombre honorable.
 
No vengo aquí para estar en desacuerdo con la retórica de Bruto. Pero, tengo que hablar de lo que sé. Todos ustedes ya lo amaron y tenían razones para amarlo. ¿Cuál es la razón que los detiene, ahora, de rendirle homenaje en la muerte?
 
¡El juicio!. Te metiste en el medio de los brutos animales, mientras que los humanos ibamos perdido el uso de la razón. Perdóname; pero tengo el corazón, en este momento, en el ataúd de César; habrá que callar hasta que el pecho me vuelva.
 
Ayer, la palabra de César sería capaz de prevalecer en este mundo, ahora yace aquí muerta. ¡Ah1, si yo estuviera dispuesto a llevar sus corazones y mentes para el motín y la violencia, mal hablaría de Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, los cuales, como saben, son hombres honrados. De ellos no voy a hablar mal.
 
Prefiero hablar mal del muerto. Prefiero hablar mal de mí y de ustedes que de estos hombres honrados. Pero, he aquí, un pergamino con el sello de César. Lo encontré en su armario. Es su testamento. Cuando los pobres se lean su testamento porque, perdónenme, no quiero leerlo, si se arrojarán para besar las heridas de cesar, mojar sus pañuelos en su sagrada sangre.
 
Tengan paciencia amigos, porque no debería leerlo. Ustedes no son de madera o hierro, sino humanos. Y siendo humanos, al escuchar el testamento de César van se van a inflama, estarán furiosos. ¡Es mejor que ustedes no sepan que son los herederos de Cesar! Pues si saben... ¿qué pasará?,.. ¿me van a obligar a leer el testamento de cesar?,.... entonces hagan un círculo alrededor del cuerpo y déjenme mostrarles César muerto, el que escribió este testamento.
 
¡Ciudadanos!,  si ustedes tienen lágrimas, prepárense para derramarlas. Todos ustedes conocen este manto. Miren, en este lugar estaba el cuchillo de Casio que le apuñaló. A través de este otro desgarro, Bruto, tan querido de César, que le metió el cuchillo, y cuando arrancó su maldita hoja de la herida, miren como brotó sangre de César.
 
Bruto, como ustedes saben, era el ángel de César. ¡Oh, dioses, como César lo amaba!. El golpe de Bruto fue, de todos, el más brutal y despiadado. Porque cuando el noble cesar vio que Bruto lo apuñalaba, la ingratitud, más que la fuerza de la traidora puñalada, se detuvo su corazón.
 
¡Oh, que caída brutal mis conciudadanos!. Entonces, yo y ustedes, todos nosotros también nos patean mientras esta sangrienta traición ha triunfando sobre nosotros.
 
Sí, ahora lloran. Entiendo que sienten un poco de piedad por él. Buenas almas estáis llorando al ver el manto roto de nuestro César.
 
Buenos amigos, queridos amigos; no quiero estimular su revuelta. Los que han hecho este acto son honrados. Cuales quejas e intereses particulares los llevaron a hacer lo que hicieron, no sé. Pero son sabios y honrados y estoy seguro de que presentarán a ustedes sus razones.
 
Yo no vine a robar sus corazones. Yo no soy un buen orador como Bruto. Soy un hombre sencillo y directo, que ama a sus amigos.
 
¡Aquí está el testamento, con el sello de César!.  A cada ciudadano deja 75 dracmas. Más, para ustedes les dejó sus bienes. Sus sitios de este lado del tíber, con sus árboles, su huerto, para ustedes y los herederos de ustedes, por los siglos de los siglos.
 
Este era César. ¿Cuando aparecerá otro como él?

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