Ir con
prostitutas no tiene los peligros que trae aparejado el adulterio: no hay
que aguardar a que se rinda la virtud de la amada; se nos ofrece desnuda sin
tapujos y no velada y con disimulos como hace la esposa legítima, y además, no
hay que estar temiendo que en medio del orgasmo aparezca de pronto el marido
y haga saltar la cerradura.
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