Quien quiera el
alma tranquila, no debe emprender mucho, ni en la privada ni en la pública, y
en aquello que emprende, sea esto lo que fuere, no debe abarcar nada que
sobrepase su propia capacidad y naturaleza, por el contrario, debe precaverse
hasta tal punto que, aun cuando le sorprendiera la fortuna y lo sedujera hacia
una aparente plenitud, él debe apartarla, no dejar añadir lo que sobrepasa a
sus posibilidades. Porque una carga justa ofrece más seguridad que una carga excesiva.
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