El común de los hombres, cuando oyen decir
que un atajo conduce hacia la felicidad, se lanzan a filosofar como nosotros.
Pero cuando llegan al camino y contemplan la dificultad del mismo, se echan
para atrás, como los débiles, y luego se ponen quizá a meterse no contra su
propia molicie, sino contra nuestra impasibilidad… Tú, en cambio, persevera en
el entrenamiento, como has comenzado a hacer, y aplícate a resistir por igual
el placer y el sufrimiento, puesto que ambos por igual nos hacen la guerra de
modo natural y constituyen una traba en el más alto grado, el uno porque
conduce al mal, el otro porque aparta del bien, por culpa del miedo.
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