El objetivo y el fin último de la
filosofía cínica, como en realidad de toda filosofía,
es el ser feliz. Mas ser feliz consiste en vivir conforme a la
naturaleza y no
conforme a las opiniones del común de los hombres, puesto que
incluso a las
plantas y por supuesto también a los animales todos les ocurre que
les va bien
cuando cada uno alcanza sin impedimentos el fin conforme a su
naturaleza.
Ahora bien, entre los dioses la definición de la felicidad es
mantenerse como
son por naturaleza y ser dueños de sí mismos. Por consiguiente,
tampoco los
hombres deben afanarse en buscar en alguna otra parte la felicidad
oculta. Ni
un águila, ni un plátano, ni ningún otro de los animales o plantas
que existen se
ocupa inútilmente de que sus alas o sus hojas sean doradas...,
sino que con aquello
con lo que la propia naturaleza los adornó desde el principio, …,
se considera
que les va muy bien y que tienen de todo. Así pues, ¿cómo no va a
ser ridículo
que un ser humano se afane en buscar la felicidad en algún lugar
exterior
y considere que la riqueza, el nacimiento, el poder de sus amigos
y, en definitiva,
todas las cosas por el estilo tengan un valor absoluto?. En
verdad, si la naturaleza,
como a los animales, nos hubiera dado sólo eso mismo, el tener
cuerpos
y almas semejantes a las de aquéllos, de modo que no tuviéramos
que afanarnos
en nada más, nos bastaría con eso, como a los restantes animales,
con contentarnos
con nuestra superioridad corporal, afanándonos en buscar allí de
algún modo el ser feliz. Sin embargo, dado que se nos ha sembrado
un alma que
no es en nada semejante a la de los demás animales…, debemos
colocar la felicidad
en lo más importante y en lo más grave que haya en nosotros.
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