Su belleza no era tal que deslumbrase o que dejase suspensos a los
que la veían, pero su trato tenía un atractivo irresistible, y su figura, ayudada
de su labia y de una
gracia inherente a su conversación, parecía que dejaba clavado
un aguijón en el ánimo. Cuando hablaba, el sonido mismo de su voz tenía cierta
dulzura, y con mayor facilidad acomodaba su lengua, como un instrumento de
muchas cuerdas, al idioma que se quisiese: usaba muy pocas veces de intérprete
con los bárbaros que a ella acudían, sino que a los más les respondía por sí
misma, como a los etíopes, trogloditas, hebreos, árabes, sirios, medos, partos.
Dícese que había aprendido otras muchas lenguas, cuando sus antecesores, los
otros Tolomeos, ni siquiera se habían molestado en aprender la lengua egipcia.
De qué libro sale esa frase de plutarco
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