Una nación puede sobrevivir a sus tontos, a sus mediocres, a
sus inútiles, a sus ineptos, e incluso a los ambiciosos sin escrúpulos. Pero no
puede sobrevivir a la traición de dentro. Un enemigo en las puertas es menos
formidable, porque es conocido y conoces su bandera abiertamente. Pero el
traidor se mueve entre los que están dentro de la puerta libremente, sus
susurros astutos crujen por todas las callejuelas para llevar a la cizaña y el
caos, y eso es ignorado en los mismos pasillos del gobierno propio. Cuando es
así y nos falla el patriotismo, extendiéndose la traición, la nación está
perdida.
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