« Roma
está llena de personas inquietamente ociosas que no tienen mejor cosa que hacer
que merodear y matar el tiempo. Todo el día se lo pasan por las casas, por los
teatros y por los foros, entrometiéndose en los asuntos de los demás y dando la
impresión de que hacen algo. Sólo buscan matar el tiempo; son como esas
hormigas que suben en largas hileras hasta la copa de los árboles para luego
descender al suelo de vacío. Si los observas detenidamente verás a los que
saludan a uno que ni siquiera les devuelve el saludo, se suman al cortejo
fúnebre de un desconocido, acuden al juicio de uno que pleitea todos los días,
a la boda de una mujer que se casa cada dos por tres (…) Luego regresan a su
posada agotados y no saben decir a qué salieron ni dónde han estado, pero al día
siguiente vuelven a lo mismo» .
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