Ahora,
la zona del altar está abarrotada. Seguro que no querrás andar por ahí, entre
todas esas putas que se exhiben, juguetes de molineros, y el resto de rameras, miserables,
mugrientas e indecentes esclavas, que apestan a prostíbulo y a su oficio, sentadas
en sillas y bancos insinuándose, criaturas con las que ningún hombre libre pensó
jamás tener contacto, y no digamos casarse, fulanas baratas de la peor especie.
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